Roberto Rosique*
Escasos años atrás era difícil imaginar que un contingente de artistas tijuanenses (natos y no natos) hicieran acto de presencia y mostraran sin empacho parte de su trabajo en esa casa solariega del viejo continente, y menos aun con el estruendo en que lo hicieron. El país invitado para la Feria Internacional de Arte Contemporáneo en Madrid (ARCO, 2005) fue México, la veintena de galerías mexicanas exhibiendo lo más granado de sus establos quedaban, en cierta medida, opacadas por un nombre que desde el introito del recinto ferial llamaba la atención del visitante: Tijuana (Tijuana la Tercera Nación) y como para no dejar dudas, colateralmente, podía leerse “El arte contra el muro” y “Ningún muro detiene las ideas”, ideas panfletarias, tal vez, lo importante era el nombre de Tijuana un tanto presuntuoso (por sus dimensiones) que obligaba a preguntarse de quien sería la ocurrencia (de Antonio Navalón) de tal intromisión en uno de los templos sagrados del mercado del arte mundial. Por si no fuese suficiente un centenar de imágenes ampliadas de las obras plásticas de más de 40 artistas locales circundaban el espacio ferial. No podía ser más contundente la presencia de México (Tijuana) en España (Madrid), venturosamente ya no fue el folclor de las mediáticas imágenes prehispánicas que por años nos representaron en Europa como ejemplo de nuestra mexicanidad, tampoco el muralismo mexicano con su arenga acartonada y en su mayoría falsa; podía respirarse (para agrado o desagrado de algunos) una propuesta distinta sostenida por el discurso plástico de sus participantes con un objetivo en común (no del todo entendido entre los mismos), la demanda de mirar desde otras perspectivas a una ciudad mal entendida, estigmatizada por los medios en donde parece ser que sus principios van a la deriva entre la violencia, el narcotráfico y la prostitución (que no negamos, pero que ya no nos interesa justificar ante el mundo). Las imágenes que cubren la malla metálica de ARCO con un discurso plural exhiben nuestra diversidad, sin ocultar la realidad de la Tijuana yonke, de la ilegal, la multiétnica, la burdelera, con su riqueza urbana de drogos, teporochos y gente común. Imágenes de una ciudad que nos ha conformado para bien o para mal sopesando estas divergencias sociales. Iconografías que finalmente superaron las frases artificiosas de la entrada.
Ya en el cenáculo de las exposiciones, en las entrañas del circo, los cientos de galerías, como en nuestros swap meet (sin lonas azules ni mal olor), ofertando sin empacho, en lugar de artículos de segunda y ropa usada, obras de Rauchemberg, Miro, Picasso, Dalí, Chagall, Tapíes, Christo, Botero, Lichtenstein, Santiago Sierra, Gabriel Orozco, etcétera, etcétera, alternando con nombres no menos consagrados: Donald Judd, Dan Flavin, Jori Kolar, Douglas Gordon, Bruce Nauman, Robert Longo, todo esto en un maremagnum de transacciones abiertas o bajo el agua, en las que imperó, sin restricción alguna, la ley del dinero, donde el ineludible báculo del poder movió sin empacho influencias e intereses y hasta las conciencias más puras del idealismo artístico quedaron soterradas por el sobornable poder del oro.
No podía ser de otra manera, como olvidar que el arte sobrevive en la balanza de la oferta y la demanda, aquel lirismo del dadá o aquellos ideales conceptuales de los sesenta que intentaron (sin hacer mucho esfuerzo) alejar el arte de los museos, de las galerías, del mercado, que “anhelaron” destituir su objetivo innegable de bien de consumo, terminaron reintegrándose al mercado mediante la venta del concepto, de la imagen, (el documento, el boceto, el video, la fotografía, el film, etc.). Un producto tan valioso para el marchante no se le podía permitir permanecer tanto tiempo inmerso en idealismos.
Así en esa pasarela de mercaderes, esnobismo artístico, modas exóticas, actitudes estrambóticas, todo ello dentro de muros preñados de excelente arte, de tomaduras de pelo, de novedades (las menos), pasaron siete días. Ahí nos saludamos una y otra vez aquellos que deseaban encontrar más alimento para los ojos y el espíritu y los que debíamos hacer acto de presencia buscando que nuestro petulante ego diera de que hablar (!lo viste en ARCO, guuuaoo¡), ahí estuvimos satisfechos, cansados y harto de lo mismo: arte, arte, arte, bueno y malo.
Cabe destacar que si Tijuana se distinguió con las imágenes del muro, (un golpe contundente a los egos mefistofélicos de los paisas incrédulos) la presencia del arte bajacaliforniano hubiese brillado por su ausencia en el interior del recinto a no ser por la honrosa participación de Marcos Ramírez “Erre”, imponiendo con su trabajo la presencia de nuestra entidad en ese mundillo circunspecto del arte. Bajo el comando de la angelina Iturralde Gallery, ejemplificó de nueva cuenta su talento incursionando dentro de un genero distinto al que le conocemos (el video) con una pieza congruente con el concepto de algunas ejercicios anteriores, titulada “Los cuatro pilotos del Apocalipsis” En este trabajo proyectó, en los cuatro muros del recinto, imágenes bélicas tomadas de distintas conflagraciones a través de la historia documentadas por el cine, y haciendo una amalgama de estos cruentos sucesos, los reproduce en los muros mediante un proyector colocado dentro de helicópteros metálicos diseñados por el autor, cuyas hélices como aspas de ventiladores transmitían dinamismo a la vez que refrescaban un tanto el recinto cerrado de la instalación. No podría haber menos sarcasmo en esta pieza, En un juego de referencias bíblicas, guerras reales resume irónicamente esa careta funesta del hombre, sus ansias absurdas de poder y sus posibles consecuencias. Estos jinetes contemporáneos montados en sofisticados artefactos voladores de destrucción masiva, ejemplifican a los portadores de calamidades que relata el nuevo testamento como preludio de una catástrofe universal. Parodiar lo absurdo de esta condición humana fue un interesante acierto de la obra de este artista fronterizo. Nadie más de Tijuana dentro del recinto, aunque el nombre de Marta Palau se encontraba en la lista de los participantes (Galería Arte & Idea) jamás pudimos encontrar su obra, ¿sería por lo diminuto de la misma como ella nos comentó?
Un viaje que inicia repleto de buenos deseos, ante el desagüe de frustraciones y la ficticia fama de algunos integrantes del contingente se tornó borrascoso, pero afortunadamente en el remanso que siguió a esas tribulaciones se fue consolidando la importancia de la colectividad y Tijuana como protagonista altanera, mantuvo su hegemonía en el pensamiento de muchos madrileños.
La estatura de Vicente Fox se impuso a la talla menor de un Rey cuya sonrisa acartonada dejaba entrever cierto hartazgo de esas rutinarias formalidades. Los murmullos incrédulos provocados por la diferencia en la altura se esparcían como un efecto dominó en el recinto ferial: “Caramba, no eshh posible”, “Coño, es másh alto que el Rey”. Pensé: Chin, que no vaya a hablar, el que pega primero, pega otra vez, unas cuantas palabras —me decía— serán suficientes. Esa primera impresión podía desmoronarse irremediablemente al igual que algunas de las ofertas artísticas que llevábamos desde Tijuana.
La dama real y la primera de nuestro país comportándose con propiedad modosadamente ladeaban y medio inclinaban la cabeza en señal de saludo a todo aquel que vitoreaba sus glamorosas figuras, sólo de vez en vez cruzaban discretas palabras mostrando asombro ante una obra que sobre seguro no entendían o quizá sólo se elogiaban mutuamente tal como lo exigen las etiquetas. La artificiosa inauguración con sus solemnidades correspondientes, hizo olvidarnos que horas atrás la explosión de una bomba etarra reafirmaba su presencia recordando que las enormes discrepancias que separan a su organización del gobierno español no pueden olvidarse con el pretexto de una feria, aún, cuando esta fuese uno de los más importantes circos mercantiles del arte mundial.
Con paso firme y apresurado (más apresurado) los jerarcas visitaron los stands de las galerías mexicanas, donde recibieron de voz directa de los galeros explicaciones someras (que ni ellos mismos creían) del arte de su ganadería. El cierre de ese ritual fue plantarse ente el altar kaloiano y reverenciar a Las dos Fridas (“la obra maestra del arte moderno mexicano, monumento artístico y patrimonio nacional”. Blanca González Rosas, Arte, “El changarrito de ARCO”, Proceso 1476, p.67, 13 febrero de 2005), casi nada, y por supuesto, escuchar la explicación de la culturosa Sari Bermúdez en torno a la invaluable pieza, de la que por cierto, González Rosas se quejó en ese mismo artículo por haberla puesto en riesgo de un feo ataque terrorista: “Al margen de la rotunda descalificación que merece todo acto terrorista, el suceso revela y confirma la debilidad profesional de las autoridades del CNCA, del INBA y de la SRE involucradas en la organización del programa México en ARCO´05: Su irresponsabilidad como funcionarios al servicio de todos los mexicanos que les permitió no sólo poner en riesgo, sino también despreciarla al promover que la pieza se utilizara como escaparate de la representatividad gubernamental…” (Blanca González Rosas, ibidem.), las demás obras de mexicanos en ARCO no eran tan importantes.
La primera noche fría de Madrid no lo fue tanto con la compañía de Álvaro Blacarte, Manuel Valenzuela y Norma Iglesias, que entusiasmados por la nostalgia emanada del artista tecatense al recordar que 35 años atrás tomaba vino y botaneaba tapas en los añejos mesones madrileños. Caminamos hasta encontrar sin dificultad el multirecordado Mesón de la Tortilla y por supuesto pasamos gran parte de la noche inmerso en ese sótano bajo la entusiasmada charla del artista, vino a discreción y una pegajosa música flamenca que jamás nos distrajo de aquellas calurosas aventuras.
Era imprescindible la visita a la galería Alcalá 31 para conocer la muestra Tijuana Sessions representada por las ideas y los trabajos de tesonudos jóvenes artistas de la localidad, donde, sin duda, las actividades de Radio Global marcaban distancia entre algunos otros proyectos, la originalidad de distribuir desde su cabina a su amplia red de radioescuchas, los puntos de vista, juicios, comentarios a todo aquel que le interesara participar, marcaron, desdeñando egoísmos, su pluralidad y buena voluntad. La presencia de Julio Orozco con su discurso del posicionamiento de la imagen del cine viejo tijuanense (o de cualquier parte del mundo) donde no únicamente rescata nostalgias y traspola nuestra imaginación a un pasado enterrado, sino que resignifica un concepto relegado colocándolo en un espacio y tiempo actual. Las gordas de Tania Candiani como paradigmas de la contramoda o como ejemplo de lo que puede suceder por desviarse de los cánones dietéticos que rigen a la alta sociedad, algo que por cierto, debió resultar extraño para los madrileños donde a pesar del alto consumo de energéticos (nunca comida chatarra yanqui) embutidos y fritos de todos los sabores, acompañados, claro, de un alto consumo de vino (he ahí la causa de gran parte del equilibrio metabólico) la esbeltez parece ser la regla, es sumamente raro encontrar obesos en sus calles. La presencia de Torolab y su discurso sobre las otras cartografías fronterizas, de Bulbo y sus historias televisivas banales recontextualizadas bajo un sentido crítico, de Charles Glaubitz y otros más, completaban esa imagen que exige el estereotipo del arte contemporáneo universal, no dudo de la lectura objetiva que la critica internacional externará en torno a estos trabajos. Intenté explicarme la presencia de las fotografías de familiares realizadas por Ivonne Venegas, que aún con su calidad técnica, la futilidad del tema me hizo de nueva cuenta pensar en cuales serían los límites que permiten validar lo convencional por contemporáneo. Sigo pensando que esas demarcaciones mientras sean estipuladas (¿manipuladas?) por el curador, éste, las puede extender hasta donde le de su regalada gana. Si bien no es posible valorar, del todo, el arte contemporáneo con las herramientas del pasado, deben existir elementos (calidad, sentido común, trasgresión, ironía, burla, etcétera) que le den una razón de ser, un sentido; en ocasiones es tan difícil encontrarlo, que a lo mejor ahí es donde se escudan ciertas obras “coetáneas”. La juventud no es sinónimo de contemporáneo como la vejez no lo es de conservadurismo.
No había un diario español que no hiciera referencia a la feria (ARCO) y por supuesto al país invitado, pero Tijuana fue la palabra contundente que resonaba con más frecuencia en las esferas culturosas madrileñas. Por un lado Tijuana Sessions bien plantada, perfectamente ubicada (en el corazón de Madrid) con sus propuestas sólidas (en su mayoría), las imágenes del controversial muro de Tijuana la Tercera Nación y sus miles de carteles repartidos (el tiraje fue de 150 mil) y la presencia exitosa noche a noche, en distintos foros, del colectivo Nortec, contribuyeron a crear una atmósfera de ciudad mítica, a la que todo mundo desea venir, donde suponen que el artista vive de lo que produce y que la solidez de su formación lo justificará por siempre ante el mundo. Sabemos de la falacia de esas elucubraciones, pero tenemos también derecho a disfrutar por un momento ese ensueño. Lo inobjetable es estar preparado para que la realidad no nos sorprenda y que el poner los pies sobre la tierra nos comprometa a ejercer el oficio con mayor responsabilidad, con ambición, sin olvidar lo fundamental que resulta (retro)alimentarlo de información, de ideas sustentadas en la racionalidad, aquella que sólo la da la educación, se puede ser empírico y es válido, pero los pisos suelen desmoronarse si no se solidifican sus bases y las caídas no nada más son estruendosas, suelen ser moralmente mortales.
Tercera y última parte ARCO’05 escaparate de ideas, libertad creativa, cobijada y apoyada por los intereses de los galeros y un gobierno que apuesta por la cultura en aras de los beneficios que representa. Fue un muestrario de gustos y sinsabores, de radicalismo y nimiedades, en ello reside lo interesante de su apuesta. Podías presenciar desde las históricas vanguardias, el minimalismo de D. Judd, D. Flavin y C. Andre. el body art de Bruce Nauman, Jugen Klauke; las imágenes del accionismo vienés (Hermann Nitsch), el hiperrealismo de Richard Estes y Chuch Close, la transvanguardia italian, hasta las contemporáneas obras perturbadoras de Berlinde De Bruyckere por su evocación de la agresión, el miedo y el dolo que nos recordó inevitablemente las obras iniciales del grupo mexicano Semefo; encontramos también las fotografías de manadas de perros descarnados recorriendo territorios azotados por la desolación en aparente búsqueda de alimento, como una premonición de los alcances de nuestras negligencias de Zhang B. Huan mostradas por la galería canadiense Artcore, hasta las características instalaciones degradantes de Santiago Sierra, en este caso de los once trabajadores que por el pago de una cantidad determinada permitieron que se les colocara de cara a una pared y fueran cubiertos con espuma de poliuretano cuyos cuerpos funcionaron como simples soportes para una escultura efímera en un acto que desvaloriza la integridad en aras de un beneficio económico sin importar cuan humillante pueda ser la acción, exhibidas por la londinense Lisson Gallery.