Sunday, June 05, 2022

“La historia es memoria y como tal (casi)no olvida; no obstante, un desliz no deja de ser desliz, y una barbaridad también”.

Cuando escribí este encabezado para reproducir y replicar la nota publicada a las 20:38 horas del 30 de mayo del 2022 por Oscar Roberto López Bonilla titulada “Un día histórico para la UABC”, respecto a la modificación del lema universitario: Por la realización plena del hombre / modificado a /Por la realización plena del ser.

Debí ser más explícito, pues mis palabras llevaban la doble finalidad de recordar que un desliz no deja de ser un desliz, lo que en palabras cristianas cuestionaban el reductivo propósito del o los creadores del lema, seguramente nunca mal intencionados; no obstante, leído hoy a la distancia con las exigencias justas que se tienen por la equidad y cuestionando (he de suponer) lo absurdo del género, la decisión tomada por autoridades, representantes administrativos y alumnos modificándolo daba pie a encomios y disconformidades tal como podía leerse en la nota explicita y argumentada de López Bonilla quien brindaba igualmente una opinión personal, que como tal se respeta, pero que en mi encabezado buscaba también impugnarla pues, asumo de nueva cuenta que, una barbaridad, tampoco deja de ser una barbaridad.

Casi de inmediato se hicieron presentes algunos lectores con respuestas encontradas, con interpretaciones también muy particulares a mi breve comentario que solo me dice lo variable que pueden ser estas (las palabras), más aún cuando puede haber de por medio una doble intención; de ahí también que las interpretaciones dependerán desde qué cristal se miren (lean) o se quieran mirar, de la preocupación o justificación que las origina y justifican en posturas válidas, a las que, después de todo, no hay nada que cuestionarles. Nada realmente de otro mundo.

Pese a todo lo que dije (en 23 palabras), entendido o mal entendido, creo que abrió una excelente oportunidad para el diálogo y no para remplazar lo viejo por lo nuevo en un lema que decimos nos enorgullece de ser cimarrones sino para replantearnos la realidad del camino que queremos construir en nuestra universidad, un recorrido que debe sustentarse en realidades formativas, no para que el egresado sea únicamente rico sino para que sea un individuo responsable, propositivo y crítico y nunca más el eterno reproductor de un sistema que solo ha beneficiado a unos pocos y que mantiene al país en vilo entre la corrupción y la pobreza.

Es una gran oportunidad para que el Modelo Epistemológico Educativo que nos rige se revise a cabalidad para ver donde fallamos y de ser necesario reconstruirlo por otro más propositivo que sea verdaderamente el vehículo para formar individuos con misiones más equitativas y justas, que podamos comprobarlo más allá de la palabra escrita que solo dice y ofrece en tanto en la realidad social no se ejemplifica.

Es una excelente oportunidad para revisarnos como docentes, para reconocer lo que nos conforma más allá de las exigencias de un currículo, de un contenido educativo; para medir autoridades si cumplen o no con el espíritu universitario, si todos dejamos de mirarla como “mina de oro” y reconocer nuestra verdadera responsabilidad actuando en los hechos.

Es una óptima oportunidad para esto y para muchas cosas más que no deben ser distraídas con algo que la lógica universitaria supone entender perfectamente que es la equidad, la inclusión y el respeto.