LO MEJOR DE LA VIDA ES HABERLA VIVIDO
Para mi querida Bella
Una frase simple, incluso tediosa pero justa no
importa de qué lado de la ventana la estes escuchando.
Apenas ayer por la tarde-noche oía desde mi
laptop, sin saber por qué a Carlos Puebla, a Noel Nicola, a Compay Segundo a
Omara Portuondo y rememoraba mi vida ochentera en el DF, en donde la felicidad
no se escatimaba jamás y no podía evitar la imagen nítida de la avenida Álvaro
Obregón, frondosa, tranquila. Me hizo sentir bien, con ganas de volver a
recorrerla.
La vida es tan fugaz que apenas nos percatamos
que fuimos jóvenes y que aspirábamos engullir el mundo de una mordida. Con Mario
Colonna, mi amigo y hermano querido de Beatriz la madre querida de nuestra hija
Abril, compartimos juntos, en un hermoso departamento de la esquina de Mérida y
Yucatán en la colonia Roma de la CDMX, muchos momentos difíciles, pero más,
muchos más de alegría y serenidad nacidos de la concordia de gustos y
pensamientos, hasta que la vida redireccionó nuestros destinos, Beatriz y yo
nos embarcamos, sin saberlo en el último viaje que haría el vagón-dormitorio
del tren que salía del DF a Mexicali, para instalarnos en Tijuana dispuestos a
comernos lo que restaba de ese mundo que habíamos imaginado en la juventud y
Mario, partía hacia su tierra natal, Acayucan, a reconstruir su vida y a
desmitificar la figura Colonna en aras del reconocimiento de su enorme valía (y
lo logró), y dejamos de vernos por las distancias y las separaciones injustas
que uno propicia en la vida; pero Mario (Mariano como solía decirle) seguía ahí
para mí en su fortaleza como ser humano; hasta que el tiempo atranca todo,
detiene las manecillas de la vida y despiertas pensando en ese ayer
interminable, en esos momentos colmados de sueños de libertad, acompañados
inexorablemente de lecturas de izquierda, trova cubana, cervezas, cigarros y
todo pensamiento antiyanqui en donde solo el jazz era perdonable.
Fueron desvelos gratos, salpicados de un sinfín
de anécdotas enormes, fumando habanos que Fidel Castro enviaba de regalo a don
Mario, el patriarca mayor y que Mariano conservaba para bien de los sueños de
izquierda, esos sueños que se exacerbaban en el ánimo de la emancipación y que de
vez en vez, en un arranque emotivo por los humos del alcohol, solía sacar el
viejo directorio del patriarca para marcarle a la Habana al Comandante Supremo
y saludarlo, y aunque siempre contestaron gentilmente jamás lo comunicaron con el
revolucionario; sin embargo, el acto era más que suficiente para sentirse
satisfechos, menos importante eran la falacias políticas aunque hundieran al
país en el atraso, como tampoco importante eran los despertares con duras
resacas que había de paliar en el trabajo.
Así la vida se nos va de las manos, sin darnos
cuenta dejando huellas que nos acompañarán en esta travesía, hasta que se
borran por dejar de interesarle a otros; así es esto, finito e irrevocable. Hoy ya no está físicamente con nosotros Mario
Colonna mi amigo, el hermano querido de Beatriz madre querida de nuestra hija
Abril, pero su enorme figura rondará hasta el fin de nuestros días animando los
corazones de quienes lo quisimos, tarareando sones cubanos henchidos de sueños
y libertad.
Descansa en Paz amigo querido.
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