Cuarenta y nueve años
y tres días después de la fatídica Masacre de Tlatelolco 68, inauguro una muestra
que en nada corresponde al espíritu de impotencia e incertidumbre de aquellos
dolorosos días del México Moderno; pero quiero dedicarla como recordatorio esos
momentos brutales de un gobierno bárbaro e inútil, que ejecutó a su gente a
mansalva y sin remordimientos; y me atrevo a ofrendarla pues de cierta manera
este trabajo es el fruto de los logros de las peticiones de aquella comunidad hastiada,
cansada de imposiciones y sumisión, que marchó y dio su vida por el cambio del que
hoy gozamos y olvidamos su origen.
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