Cuando
lo ruin se suma a la descalificación para únicamente denostar.
“Denle duro vociferaba el can mayor, mientras
los esbirros afilaban uñas, practicaban su labia y lanzaban todo lo que a su
merced tenían; el acosado los miraba sin sorpresa y respondía calmadamente a
los ladridos”. RR.
El epígrafe que
escribí para introducir al tema es la descripción de la imagen que predominó de
la entrevista que da origen el presente texto, que dada las intenciones y los
resultados de la misma, seguramente se volverá referente emblemático del
periodismo tendencioso y pueril.
La penosa historia de un
grupúsculo de periodistas envanecidos, serviles y deshonestos, que buscaron, durante
una hora y media, bajo todas las artimañas posibles descalificar al único
político mexicano que ha demostrado signos de honradez, que va a la cabeza de
las preferencias para la elección presidencial por sus actos, por su visión
clara de que el camino de salvación del pueblo mexicano es acabar con la
corrupción, y que el pueblo cansado de tantos descalabros, pobre y explotado ve
como única posibilidad del cambio.
Un triunfo para Milenio porque jamás en su
pobre historia televisiva habían logrado el rating
que les procuró la presencia de Andrés Manuel López Obrador, pero sobre todo
una clara derrota al haberse develado a la opinión publica la naturaleza
mezquina de sus insubordinados, que actuaron con dolo, bajo el pretexto de una
entrevista, buscando humillar y descalificar al interrogado, consiguiendo sólo
develar la pobre calidad moral que distingue a su periodismo ramplón.
Un grupo rencoroso de
periodistas que han vivido leyendo noticias desde su perspectiva instrumental,
bajo el cobijo del grupo empresarial Milenio, una filial disfrazada de
Televisa, claramente coludido con el sistema
y que desde la comodidad de la radio y la televisión, detrás un micrófono, devengan
altísimos sueldos, jamás se exponen a nada mientras reporteros mal pagados, en
la calle pone en riesgo su vida por conseguirlas y estos periodistas de sillón se
inflaman de indignación simulada cuando algún reportero pierde la vida por
señalar la corrupción y la violencia; mientras ellos repiten únicamente las
noticias convenientes. Periodistas comodines, fieles al que les llena el plato
y el bolsillo, acatan órdenes sin chistar, acostumbrados a destruir con mañosos
argumentos al que estorba.
Periodistas de derecha, que
señalan equívocos del gobierno para simular la libertad de expresión, mientras
besan la mano del Presidente en turno; un grupo que ha hecho un periodismo burdo,
en esta ocasión comandados por Carlos Marín, un siniestro periodista, arrogante
y gris, que ha inflado su figura con su postura revanchista y cínica, que ataca
a todo aquello que se oponga al patrón, que afila su verborrea para denostar,
enarca sus cejas para mostrar el odio con una mirada infausta y torva, y bajo la
siniestra sonrisa rústica, la que parece disfrutar porque luce su dentadura
postiza con orgullo. Un pobre diablo venido a periodista; que con su
impertinencia y desafortunados comentarios durante la entrevista mostró la
ralea de lo que está hecho.
Manuel Puig, el “López Dóriga”
de Milenio, un astuto periodista convenenciero (busquen y lean su historial) que
compromete al que entrevista y tergiversa declaraciones con la anuencia de
siniestros personajes como el panista Diego Cervantes de Cevallos, su invitado
semanal al programa, un político rancio y sinvergüenza, mocho y persignado que miente
y despotrica amparado en la Biblia y la Ley; un personaje de miedo que “fortalece”
la falsa honestidad del noticiero de marras. Puig embistió buscando vulnerar
con las preguntas y en cambio recibió respuestas que lo desarmaron y no se retractó
porque para ello se requiere de valentía y al parecer carece de ella.
Azucena Uresti, una lectora
de noticias que repite y repite lo dicho por otros periodistas, que Milenio la
usa como imagen de mujer liberal y que la única gracia que tiene es su belleza,
por cierto, próxima a marchitarse. Insistió con preguntas sensacionalistas
exigiendo un sí o no, rotundo; obteniendo del entrevistado, respuestas claras,
amplias y aclaratorias a las mal planteadas interrogantes.
Jesús Silva Herzog, un
pseudointelectual de centro-derecha, que desde su aparente sabiduría golpea con
una retórica grillera apantalla-pendejos, que fue correspondido con una clase
de historia de México en la que sólo movía catatónicamente su incomoda corpulencia aceptando su ignorancia al respecto.
Héctor Aguilar Camín, un historiador
advenedizo, multipremiado por Fox, Calderón y Peña Nieto, por su comportamiento
siempre conveniente; atacó con cautela y aceptó asentando con la cabeza las
respuestas, sin replica, pues no había razón para ella. Fue el menos agresivo,
midiendo mañosamente su participación pues seguro entendía que no fue una
entrevista honesta sino un ataque artero e injusto al que MLO respondió con una
sinceridad inexistente en ellos y en los corruptos políticos mexicanos señalados.
Todos, amparados en el
teatral escenario preparado exprofeso para el ataque masivo, intentaron
descalificar a mansalva y con insidia a López Obrador con preguntas sensacionalistas,
mofándose con risas socarronas o descaradas como las prorrumpidas por Carlos
Marín y que recibieron en respuesta explicaciones sencillas que, no únicamente
aclaraban sus preguntas malintencionadas sino que explicaba con claridad los
objetivos de su futuro papel como mandatario nacional; que aclaró el porqué de
lo inútil del nuevo aeropuerto, la razón de la mal interpretada amnistía a
delincuentes en busca de una paz duradera, siempre —lo aclaró infinidad de
veces— bajo la consulta previa con la población; la razón constitucional del porqué
no meterá a la cárcel a Peña Nieto y las razones claras de lo inútil de las
Reformas Educativas y Energéticas que sólo han beneficiado a las cúpulas de poder.
Una entrevista que dejó
claro la valentía de un candidato vilipendiado, que acudió a ella a sabiendas
del ataque de estos lobos rasurados, que dio respuestas clara a preguntas
insidiosas, que demostró la calidad moral y los conocimientos de las
necesidades apremiantes de un México en la pobreza, hundido en la violencia y
la corrupción. Respuestas que incomodaron a gobernantes y empresarios
deshonestos porque habló con la verdad y que veremos, en lo que resta de las
campañas, cómo serán malinterpretadas buscando minimizar y ridiculizar a quien le
demostró no temerles y develó —sin miedo— sus ansias de poder.
El circo montado por Mileno
trajo a la memoria aquella exposición que marcaría otro rumbo del arte
postimpresionista que dio pie al legendario encabezado noticioso: “Donatello
entre los fauves”; sin embargo, a diferencia de los pintores franceses que
trasgredieron las normas rancias establecidas (ejemplificadas por la única
escultura expuesta, realizada académicamente a manera del renacentista
Donatello), dispuestas a hacer un arte diferente y sin ataduras en el uso del
color; los periodistas de Milenio, únicamente mostraron sus colmillos y garras buscando
devorar como animales desenfrenados a un personaje que tiene lo que ellos carecen,
sinceridad, honestidad y deseos de cambiar a un sistema corrupto, del que por
cierto, ellos son excelentes representantes.
Roberto Rosique
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