Friday, December 11, 2009

APROPOSITODELANAVIDAD


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A propósito de la Navidad

Roberto Rosique

Indudablemente una época de comilonas, borracheras y regalos (para algunos), de buenos deseos, de liberación de anhelos restringidos y de utopías trastocadas. Años atrás el servicio de correos (el de las cartas, para los jóvenes que no lo conocen) no se daba abasto (no tener posibilidad de tregua en una actividad) para entregar oportunamente miles de tarjetas navideñas colmadas de bendiciones y deseos generosos, mismas que pasaban a formar parte también de los arreglos navideños (arbolitos, nacimientos, etc.), lógicamente, otro aspecto de una cultura importada que fue bien acogida por nuestra floreciente clase media. Aún me cuesta trabajo entender cómo lograba nuestro correo mexicano ser tan eficiente en esas épocas de limitaciones en el transporte, sobre todo al compararlo con el de ahora tristemente anquilosado y convertido en una verdadera nulidad (por obsoleto, lento, caro e inseguro). El lugar del correo lo suplió el Internet, medio eficientísimo, útil e indispensable, que permite también convertirse en un vehículo diabólico (falso, intrigante y perverso) atiborrado de anuncios de productos inservibles, de promesas quiméricas, de propaganda política con falsos triunfalismos, de ofertas ilusorias y blogs (como éste) repletos de cursilerías y cosas vanas (con sus pocas excepciones), etcétera, etcétera, etcétera; se convirtió también en el medio predilecto de los individuos timoratos que lo aprovechan para darle rienda suelta a su imaginación o frustraciones y de los convencidos de lo necesario de las cursilerías convertidas en buenos deseos, paraísos utópicos y anhelos permisibles. Nadie duda que desear el bien sea una acción generosa y hasta cierto punto indispensable, pero cuando estas acciones son el pretexto para falsear la realidad se convierten en actos dolosos y embusteros; así, esta invasión de sueños (im)posibles donde los protagonistas importados como santaclós (o santa Claus), el hombre de nieve, las hadas, las flores, los corazones rojos, los paisajes idílicos, las lágrimas, las caras tristes, se apropian del espacio, se entrometen en tu intimidad y se aferran a permanecer edulcoradas con música melosa, poemas trillados y lánguidos, frases petulantes o huecas, movimientos, efectos y colores, que parecen insistir en que olvidemos la triste realidad que nos rodea.

Realidad que tal vez el hecho de vivirla tan aprisa la vuelve transparente, o el conformarnos la entibia y la hace mullidamente cómoda. Mencionaré sólo algunos ejemplos, que son, por cierto, ampliamente conocidos por todos ustedes: La pobreza (México, más del 70% de su población lo es, 40% de ellos sobreviven en la miseria). La inseguridad desbordada e incontrolable (la sofistificación del crimen organizado y la ineptitud de nuestro gobierno para frenarlo); la violencia desmedida (descabezados, masacrados entambados, enteipados, encobijados, la lista interminable de adjetivos que encabezan la prensa y los titulares televisivos para describir los pormenores de los crímenes, ya no sorprenden). Los abusos (denuncias de violaciones y robos perfectamente documentados por la CDH y desoídos por nuestras autoridades) de una milicia que anticonstitucionalmente recorren la calles supuestamente cuidando al pueblo del narcotráfico. Una sociedad apática al extremo, que únicamente se acciona con mítines, creación de comisiones que jamás concluyen nada y declaraciones televisivas demagógicas, cuando algún miembro poderoso de ella es afectado directamente como sucedió en los casos recientes de secuestros y crímenes (los asuntos Vargas y Martí, etc.) mientras que cientos de estos actos ocurridos a la gente jodida pasan desapercibidos (para la televisión porque no venden y para las autoridades porque no generan imagen de eficiencia). No importa que nuestra economía esté en bancarrota y expriman al contribuyente con nuevos impuestos para paliarla un poco, mientras se oponen a exigirle al empresario poderoso (Slim, Salinas, Azcarraga, etc.) que pague los impuestos que les corresponden (con los que sí resolveríamos gran parte de la crisis); las alianzas perversas del gobierno con estos sinvergüenzas han sido causas fundamentales para colocar a México en el sito que se encuentra. Los partidos políticos sin principios ni compromiso con el pueblo, nido de arribistas y cínicos, donde se forma la ralea de la casta más vergonzosa del país: los políticos, personajes siniestros, abusivos insaciables de riqueza y poder, que no miran más allá de sus narices, que entre ellos mismos se insultan, se denigran y finalmente se abrazan en una alianza perversa para seguir jodiendo al pueblo. La iglesia (que no la religión) encabezadas por curas (Norberto Rivera, Posadas Ocampo, Berlié Belauzarán, etc.) soberbios, mentirosos, depravados y corruptos (los casos solapados de curas violadores y pederastas, sus alianzas con los narcos, empresarios y el gobierno, etc.) que abusan de la fe de un pueblo ignorante como el nuestro para acrecentar sus riquezas y las de un clero desvergonzado (solo hay que ver la pobreza y humildad en que viven en el Vaticano). Una educación famélica perpetuada por las asociaciones pervertidas entre sindicatos y gobierno (el caso Elba Esther Gordillo sería el más patético) o las alianzas con otros líderes sindicales (Fidel Velázquez, La Quina, Gómez Urrutia, Gamboa Pascoe, Martín Esparza, etc.), que han favorecido las llegadas a la silla presidencial a cambio de poder y fortuna, a costa también del dinero, la dignidad de sus agremiados y del pueblo mexicano y así, la lista seguiría, podría decir, tristemente interminable; sin embargo, creo que no todo debe ser lamentaciones y mucho menos desilusión. La esperanza tiene razón de ser si la fomentamos con el compromiso del trabajo honesto (y no con ilusiones o sueños guajiros asentados en las cursilerías), si se asumiera de esa manera, si optáramos por el cambio, las cosas tendrían otro sentido y nuestras vidas podríamos fincarlas en lo tangible de la realidad; por tanto, propongo para ello una alianza (aunque la palabra de tanto escucharla o leerla, de momento nos parezca funesta) un pacto con nuestra consciencia: cuestionemos ineptitudes, denunciemos corrupciones y propongamos soluciones.

México no está tan jodido como parece. A poco no.

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