“Hasta mediados del siglo pasado, el arte era una herramienta simbólica, un medio para transgredir su definición, los modos de representación y su función. Con el arte se cuestionaba la realidad estimulando el advenimiento de una nueva sociedad, un arte propositivo de transformación. Pero el arte comenzó a adquirir otro papel después de la II Guerra Mundial. La sociedad post-industrial asimila la vanguardia y su papel trasgresor manipulada por el intervencionismo del estado en las sociedades industrializadas occidentales” (Almela). Las galerías de arte y los museos se convierten en definitivos legitimadores que propugnan el arte como mercancía. El arte bajacaliforniano desligado, desde sus inicios, de una función ideológica se ha comportado eminentemente como un bien de consumo, alentado, en gran parte, por su demanda en el país vecino."
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