El tiempo nos rebasa y nos hunde en el olvido.
Esa es una realidad dolorosa que parece haberse convertido en regla, contra la
cual poco se dice. Ayer (18 de septiembre de 2014) se cumplieron once años de
la partida de Vidal Pinto, fotógrafo imprescindible en la escena tijuanense e
invaluable en el difícil reto de registrar, con valentía, géneros incómodos
para miradas frágiles. Vidal nunca tuvo reparo en hacerlo: desde su ojo,
admirado por la belleza masculina, supo plasmar líneas musculosas, brillos y
matices que revelaban aquello que la moral del pecado impedía ver.
Sus registros fotográficos abrieron mentes,
cuestionaron prejuicios conservadores y dejaron constancia de otra realidad tan
válida como cualquier otra. Con estas palabras quiero recordar mi admiración
por su obra, por la valentía de mostrar lo que muchos preferían ocultar, y por
demostrarnos que el arte es una herramienta poderosa para confrontar
conciencias obtusas, moldeadas por religiones sin sentido y normas sociales
rancias que aún sobreviven en sectores ultraconservadores, esos bastiones de lo
oscuro y lo siniestro que cuestionan y castigan mientras se regodean en sus
propias incongruencias.
Un abrazo, amigo mío, allá donde estés,
registrando ángeles o demonios, que para ti y tu lente siempre fueron lo mismo.
Con el respeto y la admiración de siempre.


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