Entre
lo efímero, lo infinito y la memoria, herramientas para tejer una imaginación
razonada.
A
propósito de Dibujos en el agua de Luis Camnitzer.
Roberto
Rosique
Los
procesos creativos parecen surgir de la nada, pero esa nada está nutrida por
algo: un pasado o presente que, aunque imperceptible o intangible, ocupa un
lugar en el pensamiento. Este espacio cognitivo, donde residen las ideas, es la
sustancia etérea de toda creación.
Además, transformar lo
aparentemente trivial en algo complejo revela la habilidad del creador para
encontrar y comunicar conexiones más profundas, enriqueciendo tanto el arte
como la comprensión del espectador. Este enfoque permite descubrir nuevas perspectivas
y significados, mostrando que todo tiene el potencial de ser reinterpretado y
elevado a un nivel superior de comprensión y apreciación.
Lo fascinante del proceso
creativo reside en su capacidad para concretarse plenamente cuando la idea es
comprendida o reinterpretada por otra persona. Este proceso, que está
inevitablemente mediado por la exégesis y el pensamiento crítico, transforma al
observador tradicional, que normalmente solo contempla, en un cómplice y, en
última instancia, en un coautor de la obra.
Dibujos en el agua (2012), una instalación
de Luis Camnitzer (Lübeck,
Alemania, 1936), compuesta de una oxidada palangana con agua (26 cm x 8
cm, ø), que es el soporte en el que se realizan los dibujos efímeros; una
repisa con 44 botellas de cristal (8 x 28.5 cm, ø), con etiquetas blancas de
borde rojo, numeradas sin ningún orden particular que contienen cantidades
variables de agua y donde archivan cada uno de los dibujos elaborados en la
palangana, y 5 textos impresos y enmarcados (30 x 42.5 cm, c/u) que ofrecen
acercamientos diversos a la obra desde la libertad creativa que descarta
límites y sus infinitas posibilidades distintivas, hasta la vulnerabilidad de
la memoria al depender de la inestabilidad del agua, incluso, su posible
pérdida o evaporación.
Una obra múltiple que
sobrepasa los límites y a través de lo posible busca hacernos cuestionar lo
establecido, poner en la misma línea la ficción y la realidad, representar el
instante en lo eterno, lo fugaz en lo permanente en donde se pueden desprender
igualmente, una infinidad de interpretaciones convirtiendo al que observa,
también en otro autor.
Me acercaré a las ideas
de Camnitzer a través de un texto breve, publicado en Umática, Revista
sobre Creación y Análisis de la Imagen titulado de manera homónima Dibujos
en el agua, (2022).[1] Dividido en seis apartados que se
interconectan a través de la metáfora de la palangana con agua, que funciona
como un símbolo multifacético con el que aborda temas como la memoria, el
olvido, el arte, la historia, y la percepción.
Luis Camnitzer, en el
resumen de su propuesta, sugiere que los archivos históricos, aunque valiosos,
corren el riesgo de desaparecer si no se organizan y etiquetan adecuadamente,
destacando la importancia de preservar la historia para evitar que se pierda
con el tiempo.
En el primer apartado, la
palangana simboliza la mente o la imaginación, donde las ideas (dibujos) se
gestan. Señala que la creación es un proceso frágil que requiere precisión y
memoria, proponiendo la naturaleza efímera y exigente de las evocaciones. El
autor expresa una sensación de insuficiencia frente a la perfección requerida,
aunque también le asombra la cantidad ilimitada de ideas que pueden surgir.
En el segundo apartado,
la palangana se convierte en un espacio secreto, donde la creatividad es libre
de juicio o censura. Esto alude al carácter privado y personal de la memoria,
que puede ser difícil de observar o interpretar desde el exterior. Está subyacente
también en esta idea la metáfora del agua como un espacio de libertad creativa
donde las acciones no dejan rastro, simbolizando el supuesto de que las ideas y
pensamientos pueden surgir y desaparecer, pero el proceso creativo es un
espacio seguro y confidencial.
En el tercer apartado,
introduce la idea de la disolución de los dibujos como una analogía con la
homeopatía, cuestionando si la inmaterialidad del arte (y, por extensión, de la
memoria) puede tener un efecto más poderoso por su sutilidad, lo cual refleja
la idea de que los recuerdos difusos o fragmentarios pueden tener un impacto
profundo.
En el cuarto apartado,
al reforzar la idea de la memoria como algo delicado, sugiere que la pureza
de los recuerdos (dibujos) debe preservarse sin contaminación, destacando la
necesidad de etiquetar y describir, es decir, organizar y proteger estos
recuerdos para mantener su integridad.
En el quinto apartado,
la palangana refleja la realidad y almacena estas imágenes indefinidamente,
lo que conecta con la idea de que estamos rodeados de memorias y experiencias
(archivos históricos) que necesitan ser protegidos y documentados para evitar
el olvido, aquí simbolizado por la “evaporación”.
Finalmente, en el sexto
apartado, se propone que el arte (y la memoria) puede(n) presentarse de
manera simple, reduciéndolo a etiquetas que ocultan su complejidad. Esto
critica la tendencia a simplificar la memoria o el arte para su consumo,
evitando el enfrentamiento con su verdadera profundidad y posibles
implicaciones.
En síntesis, Luis
Camnitzer explora la relación entre la memoria, el arte, y la historia a través
de la metáfora de la palangana con agua. La palangana es un espacio de
creación, reflexión y preservación, pero también de fragilidad y riesgo de
pérdida. El agua, como símbolo del flujo y la impermanencia, refleja la
naturaleza volátil de la memoria y el arte, que requieren un cuidado meticuloso
para evitar su evaporación o simplificación excesiva. En conjunto, los párrafos
sugieren que tanto el arte como la memoria necesitan ser cuidadosamente
protegidos y organizados, pero también advierten sobre los peligros de
simplificarlos demasiado, ya que esto puede diluir su verdadero impacto y
significado.
Aunque tradicionalmente
el dibujo se entiende como una forma concreta que articula el pensamiento, en
esta obra de Camnitzer ese principio se invierte. Aquí, el dibujo no existe
físicamente; solo toma forma en la mente del espectador. Es decir, aunque el
acto de pensar no es solo un proceso abstracto o mental, sino que suele
manifestarse en formas perceptibles, en esta obra el pensamiento sigue siendo
capaz de crear formas, pero estas se manifiestan tanto en el mundo tangible
como en el intangible, sin necesidad de una representación física directa.
Luis Camnitzer de la aparente
simpleza entresaca una idea que va conformando desde la lógica de las
argumentaciones sólidas, de tal manera que, entre lo efímero, lo
infinito y la memoria,
anima al espectador a tejer una imaginación razonada, combinar la
conciencia de lo transitorio (lo efímero), la contemplación de lo eterno (lo
infinito), y la referencia a lo vivido (la memoria), se puede construir una
suerte de imaginación que no es solo creativa, sino también reflexiva y
profundamente conectada con la realidad y la experiencia humana.
Invita al que observa a cavilar para
encontrarle sentido al aparente sin sentido, y si bien este recurso no es una
manera atractiva para aquel que espera del arte un objeto colmado de belleza, o
una alegoría sobre un hecho sensacional o una recriminación sobre las
intransigencias; es una faceta en la cual lo creativo que nace del impulso, de
la ocurrencia o de la exégesis, por muy elemental que sea el eje de la idea,
fomenta otras alternativas discursivas en el arte que vistas con justicia —sin
duda— resultan también inestimables.
[1] Camnitzer, Luis (2022).
Dibujos en el agua. Umática. Revista sobre Creación y Análisis de la Imagen,
5. https://doi.org/10.24310/Umatica.2022.v4i5.15919
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