MESA DE DIALOGO CULTURAL NOROESTE.
Participación
en Mesa # 2 (Mayo, 2019)
El centralismo como rémora para los
proyectos regionales evaluados desde ópticas particulares y convenidas.
Por
Roberto Rosique
El Sistema Nacional de
Creadores de Arte, convertido en una sumisa, crítica y aspiracional
comunidad (González Rosas, 2017)[1],
elevado a paradigma de excelencia es y ha sido una de las tantas limitantes
para los creadores regionales, a quienes se les escatima el reconocimiento de
su producción por el hecho de no haber sido participe del beneficio que
significa formar parte de ese núcleo elevado a selecto. Aun cuando muchos han sido
patrocinados a lo largo de los años, son, comparativamente con los favorecidos
en la CDMX, siempre una minoría de los participantes; una cuestión que debe
revisarse a cabalidad.
Cierto que el derecho a
participar no debe tener restricciones, así debe ser también las decisiones que
se tomen para el otorgamiento de las becas. Para nadie es extraño que existen
artistas que han gozado del beneficio durante años y no necesariamente porque
su obra sea excelsa, que son, además, comercializados exitosamente por galerías
internacionales, así como creadores eméritos multipremiados cuyas obras cotizan
altamente en ferias y subastas internacionales, y que existen
artistas que son, a la vez, servidores públicos de mando medio y superior
adscritos a la Secretaría de Cultura que gozan del
beneficio becario. Condiciones irregulares y oportunistas que deben ser reconsideradas
poniendo un alto a esta práctica desleal para dar opción a otros con los mismos
derechos, iguales o mayores virtudes, pero sin influencias ni conocidos dentro
del gremio institucional, curatorial ni en la industria cultural. Si esto que
habla de acciones perversas aparentemente ignoradas por la Secretaria referida,
siempre ha sido alarmante; no menos preocupante resulta desconocer los mecanismos,
poco precisos, empleados para determinar quién merece el beneficio de la beca y
que rigor se establece para decidir quién puede y debe ser el que juzga y
premia.
Aun cuando existen requisitos
claros para el cumplimiento de las bases estipuladas en la convocatoria y se cumplan
estos a la perfección, jamás se entiende porque unos si son beneficiados,
incluso, repiten el patrocinio, mientras otros que han buscado su participación
por años no lo logran; aunque nunca se dice la causa por la cual no fue favorecido,
existen aspectos medulares que lo determinan, reglas que sin estar escritas se
cumplen a capricho del jurado en turno. Una de ellas es tomar en consideración
las oportunidades que ha tenido el aspirante a becario de exponer sus trabajos
en espacios o instituciones prestigiadas, tanto nacionales como extranjeras, sin
que ello garantice que lo expuesto sea singular (novedoso, propositivo, único,
con calidad, etc., pues esto lo decreta el jurado), de tal forma que el creador
regional que ha pasado su vida entera produciendo arte y sólo ha tenido la
oportunidad de mostrarla en su localidad o en la región, no importa las decenas
de veces que lo haya hecho, como tampoco el reconocimiento que su propia
comunidad le otorga, no es suficiente para ser tomado en cuenta; si, además, su
producción se ha limitado a las artes plásticas sus posibilidades de obtener la
beca se reduce considerablemente, una condición más impuesta por el jurado que
por lo regular tienden a ser críticos o curadores contratados para tal función
pero abiertamente inclinados por la producción contemporánea, regularmente
cercanos al mercado del arte ya sea por su trabajo en instituciones reconocidas,
museos, galerías o fundaciones en boga de alcances internacionales, en donde
además se determina que vale y que no vale en el arte o en el peor de los casos
cuando la decisión depende de jurados de probada deshonestidad, con
antecedentes de corrupción (como pueden corroborarlo en esta pasada edición
2018), lo que hace inexplicable la forma en cómo se seleccionan y contratan
estos personajes, donde se pasan por alto referencias y toda experiencia de
prácticas indebidas, incluso, realizadas dentro de las mismas instituciones
culturales, en un descaro que devela las mismas formas tramposas y abusivas que
históricamente han caracterizado a las administraciones anteriores (priistas o
panistas) para favorecer a sus cómplices. Ejercicios que deben ser revisados a
consciencia por la nueva administración federal
de la cultura, para jamás repetirlas.
Ante tales condiciones,
si sabemos que una de las causas, sino que la principal, se reduce a las
decisiones de un jurado concertado, parcial e incluso sinvergüenza, que
selecciona y otorga becas a discreción, propondría en principio, dar a conocer
antelación los nombres de estos personajes, sus logros, valores y probidad, de
tal forma que la comunidad valide o impida que estos jueces incompetentes tomen
parte en el asunto; en segundo lugar emitir bases más precisas en donde las
reglas no puedan ser reinterpretadas a conveniencia por los jurados; tercero,
dar a conocer las razones por lo cual no fue seleccionado el aspirante, esto como
una forma de enmendar yerros y volver a brindarles la oportunidad de participar
en mejores circunstancias, y finalmente, que las becas dejen de ofrecerse a
perpetuidad a los creadores eméritos, particularmente a aquellos colmados de
premios cuyas obras cotizan altas sumas, y se evite la participación, por lo
menos durante tres concursos, de los que han sido becados; todo ello con el
ánimo de una distribución más amplia del recurso que, en definitiva, sale del
bolsillo de la comunidad.
Dr. Roberto Rosique
Artista Visual, Escritor
y Crítico de arte
Profesor de la
Facultad de Artes de la UABC (Tijuana)
(664)318 92 41
[1] _González
Rosas, Blanca (2017), La perversidad del Sistema Nacional de Creadores, Proceso, consultado, desde: https://www.proceso.com.mx/515501/la-perversidad-del-sistema-nacional-de-creadores
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