Wednesday, August 02, 2017

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S
ergio Lugo, escritor sinaloense afincado en TJ ya desde algunos ayeres y autor también de la novela Huellas del alma, publicada en el 2008 por la editorial de este centro cultural. El libro que ahora nos reúne, impreso el año pasado por el Instituto Municipal de Cultura de Culiacán en su estado natal, denominado: Cuentos de amor y muerte y muertes por amor, un título intencionadamente reiterativo como para indicarnos que si pensamos en otros contenidos erraremos sobre la aventura que este libro depara. Buena intención. Con un breve prólogo de Gabriel Trujillo, y compuesto por ocho relatos hilvanados todos -tal lo indica el título-, por el amor y la muerte; en donde engarza también nostalgias, anhelos, dolor e injusticia. Todo un drama común existencial que el autor describe de forma amena y pormenorizada.
Haré un esbozo de ellos, con el ahorro de recurso necesario con el único fin de entusiasmarlos a su lectura y no mal-vender la historia (por cierto, el pecado más común del presentador de libros). Y digo mal-vender, por que frecuentemente con el entusiasmo provocado por el contenido o la amistad con el autor o la torpeza para comprender lo que realmente ofrece el libro, escribe uno percepciones tan particularizadas que bien pueden ser otras historias y eso vende o aleja en demasía al lector. Anticipo mi disculpa por si algo de esto último sucede con mi lectura.
Damián, título del primer relato y el nombre de un individuo con retraso mental que deambula, como tantos, sin ton ni son por la vida; estigmatizado desde la infancia por imágenes nada redentoras y supuestos derivados de su lógica restringida. Una perspectiva limitada que, por si fuera poco, lo llevará a confrontar su vida con la fatalidad.
El segundo relato titulado Rosalba, una solterona amargada que ronda en la soledad con su vejez acuesta, rememorando todo el tiempo su infortunio; sólo comprendida por su sobrino, otro solterón, bastante afines en ciertas circunstancias, enlazados por la sangre filial (si es que el término es pertinente) y el fracaso amoroso que cada uno experimenta. Una historia sobrada de nostalgias, rencores y dolor, que cierra el círculo con la indulgencia.
Olivia, título del tercer relato, hija del pecado, pues no sabían quién había sido el padre;  nieta de la curandera del pueblo Jesús Ventura, beata irrevocable, crece a su lado bajo la consigna de que el hombre sólo busca a la mujer para tener sexo. Protegida en exceso por su abuela hace difícil que hombre alguno se le acerque; sin embargo, la vida que tiene caminos tortuosos le reserva a Olivia un desenlace inesperado. El destino, parece remarcar Lugo en este cuento, es una línea trazada, a veces cruel e inexorablemente inamovible.
Le sigue una triada de cuentos breves de amor y muerte, en el Cuento 1, Patricio Lagarde un algodonero sinaloense, macho y parrandero, que muere intempestivamente en una situación suigeneris dejando a la viuda sumida en la vergüenza, el Cuento 2, Demetrio Valenciano, cobra una afrenta con un asesinato, que para desgracia de las familias dará pie a un odio perpetuado en la venganza, y el Cuento 3, Santiago, un borracho empedernido vive y muere entre ilusiones frustradas y anhelos fracturados por la indiferencia. Historias breves de cierre abrupto cuyo sustento, desde mi perspectiva,  recaen en lo directo del hecho narrado.
Chicho, el título del penúltimo cuento y nombre de un personaje colmado de tristeza que ha transcurrido su vida miserable recorriéndola en solitario sin hacer camino al andar, y ante la aparente indolencia de la vida se cierra su círculo en un hogar humilde y generoso que lo acoge.
Sangre seca, el texto final, que se desengancha de todos los anteriores por su tópico y contexto,  describe el drama doloroso que viven los indocumentados por alcanzar el sueño americano y que culmina, como es frecuente, en una lacerante realidad.
Historias sobradas de reproches, de creencias firmes -más por temor que convicción-, arropadas de la tradición religiosa que hace sumiso al hombre por miedo al castigo eterno de un dios creado por el mismo; esta figura omnipotente y dadivosa pero que castiga sin piedad la desobediencia; ¡vaya paradoja!.
Hogares descritos por Lugo con esmero, tan protagónicos como sus personajes, detallados bajo el drama ampuloso del recuerdo y la nostalgia; contextualizados en la provincia cuyas atmósferas también define con apasionamiento. 
Cuentos, en su mayoría (la excepción sería Sangre seca) anclados a un pasado remoto de un México campirano casi en el olvido, que hacen difícil, por momentos, no rememorar aquella tradición exacerbada por las imágenes idílicas de la fotografía de Figueroa de la época de oro del cine mexicano o por algunos pasajes rulfianos, donde el machismo, la sumisión, la ignorancia, la fe, el odio, el amor y la muerte, son el contexto en el que se desenvuelven, pero también lo que da corpus a los protagonistas.
Un narrador ágil que encuentra suficientes palabras claves para lograr la empatía entre lector y protagonista, que busca conmover y en varios momentos lo logra. Un recurso, por cierto, infalible para dejar huella que se hace imprescindible en el cuento y que, no obstante, también puede ser la tuerca floja que hace a la estructura frágil, por lo empalagoso en que puede convertirse el recurso.
Si bien se dice que los protagonistas del mundo literario son como una especie de proyección de lo propio,  no podría aseverarlo en estos cuentos de Lugo; sin embargo, sus historias, aun bajo el pretexto de la ficción, se derivan del sentido de la existencia, es por ello que podemos vernos reflejados o mejor, identificar a otros con prontitud en estas narraciones. Cuentos pues, hechos con pedazos de vida que transcurren en una realidad nada complaciente.
Los conmino a leerlos para que saquen sus propias conclusiones.

Roberto Rosique
Agosto primero, del 17, Cecut

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