Tuesday, December 17, 2013

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A propósito de acuerdos, canonjías y amnesia
 (Aderezos para una Navidad negra)
Por Roberto ROSIQUE


Sé que es molesto, engorroso, difícil y aparentemente tonto, quejarse, quejarse, quejarse y no hacer nada al respecto; sin embargo cuando la toma de decisiones fueron hechas por altos mandos, donde no tienes ningún acceso y por lógica ni hacer valer tu voz, no queda más remedio que gimotear y aunque esto es un banal consuelo al parecer a los residentes de esta pobre nación (que no, nación pobre) no nos queda de otra.

El sesgo inadmisible e inaudito que nuestra historia patria ha tomado con la desmembrada constitucional al modificar artículos que volvían intocable (por extranjeros) las riquezas del subsuelo, creados ex profeso de la nacionalización del petróleo por Lázaro Cárdenas y sostenido con el sacrificio del pueblo, quien reunió sus centavos para colaborar con el pago de la deuda internacional que tal acción contraía, un acto simbólico si se quiere, pero de enorme e invaluable fuerza moral, la que por cierto jamás ha vuelto a igualarse; hoy todo ello es cosa del pasado.

De nueva cuenta la historia se repite, los ladinos en el poder (que por más de 70 años lo habían secuestrado) hacen de la suya y se suman a ellos, la incondicionalidad de un PAN mortecino, incompetente, mocho y penoso, y la corrupción de una izquierda endeble, marrullera y siniestra (con sus enormes excepciones: nuestro exgobernador, Ernesto Ruffo Appel y el también senador panista, Javier Corral Jurado; Manuel Andrés López Obrador y algunos petistas). Alianzas perversas (PRI y compañía) moduladas por el dinero, sin un ápice de escrúpulos y principio alguno, venden la poca dignidad que preservaba el país y sin eco al reproche que hacen Ruffo, Corral y López Obrador, la amnesia mexicana les aliviará su culpabilidad y es posible que terminen vitoreados y sus bustos en rotondas cual hombre ilustres como las que acicalan los jardines del Palacio Municipal tijuanense (que tienen de ilustres lo que Juárez de cristiano).

El pueblo no decide, jamás lo ha hecho, lo hacen la oligarquía (una palabra engorrosa y molesta), los medios masivos de comunicación (Televisa, TV Azteca, la prensa vendida) y los sermones clericales con sus respectivos castigos celestiales. El pueblo es la comparsa que acepta sin chistar, adormecida por comerciales balines, tan estúpidos como efectivos, por la información de noticieros tendenciosos y embaucadores, por programas imbéciles, telenovelas melosas, el box pusilánime, el futbol mediocre, las películas de Cantinflas, Pedro Infante y todo churro mexicano que aletargue para mantenerlo en una somnolencia perpetua, de tal forma que ante decisiones relevantes para el bien de la nación, éste no se dé por enterado y sigan resignados que su oscurantismo y pobreza es sin más por mala suerte, pero ello sí, enteramente convencido que la solución para esos males sólo encontrará remedio orando (para muestra la millonaria caravana de fieles en pos de la bendición guadalupana, mientras que apenas unos cientos mexicanos se oponía en las calles a la más brutal de las canalladas perpetradas por el PRI y sus incondicionales). El circo les funciona y les funciona muy bien.

La historia nos demandará esta apatía, por no haber defendido, ni siquiera entendido los enormes alcances de un acto patriótico como lo fue el del 18 de Marzo de 1938, que no supimos capitalizar para el bien nacional y que hoy cambiamos, por los ofrecimientos dadivosos que anuncia la televisora deshonesta, como en el pasado indígena-español, en oro por espejos.

Pueblo amnésico que ni siquiera recuerda que de diciembre del 2006 a noviembre de 2012 ─el sexenio de Felipe Calderón─ fue un periodo en el que “imperó el luto, el dolor e incluso el terror en amplios sectores sociales debido a las miles de personas asesinadas, desaparecidas, desplazadas, exiliadas, torturadas, extorsionadas, víctimas directas o indirectas de la violencia”, tal como informó el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, dejando la escalofriante cifra de 60 a 90 mil víctimas; pero que para consuelo de los calderonistas, en palabras de Ernesto López Portillo Vargas, director del Instituto para la Seguridad y la Democracia (Insyde), "de mantenerse el ritmo de muertes violentas registradas en el gobierno de Enrique Peña Nieto, al término de su gestión la cifra podría superar casi en 50% las reportadas durante el sexenio de Felipe Calderón"; pero eso sí, con menos maloras en las calles y los que quedan ocupando curules y gobernando con el dedo mágico de la corrupción.
Con esta brutal realidad a cuesta podríamos suponer que olvidamos lo sucedido hace 74 años, pero no es así, nuestra condición indiferente, nuestra indolencia e importamadrismo alimentado por la ignorancia y la desidia, son la argamasa con la que hemos construido esta nación y esto lo saben perfectamente los perpetradores del poder y hacen de los derechos y la justicia lo que le venga en gana.
Esta es la triste realidad de un México ignorante y conformista, que no es tan tonto como parece, pues ocupa el lugar 48 entre 65 países o economías evaluadas con el Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA) por encima de Argentina y Kirguistán y hemos mejorado pues ocupamos, en el Índice de Percepción de la Corrupción según Transparencia Internacional, la posición 105 junto con países como Algeria, Armenia, Bolivia, Gambia, Kosovo, Mali y Filipinas; pero eso sí, estamos orgullosos de nuestros alcances futboleros y veremos competir en el mundial brasileño a la selección nacional de televisa fomentando un patrioterismo asombroso y cínico.

Una Navidad negra nos espera, y un año, que sólo el adjetivo tiene de nuevo, pues las huestes emanadas de la revolución frustrada siguen siendo ─igual que en el pasado─ los de la última palabra, que pregona un futuro plagado de ofrecimientos, mentiras y sinvergüenzadas. 

Que la Nochebuena les sea feliz si pueden y que el año venidero lo iniciemos colmado de paciencia y adormilados para no enojarnos al ver el botín nacional repartido en unos cuantos y ver diluirse esta nación en manos extranjeras.

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