Friday, November 15, 2013

La educación artística en Baja California y el reto por una pedagogía transformadora y crítica.



La educación artística en Baja California y el reto por una pedagogía transformadora y crítica.
                                                                               
Roberto Rosique
Facultad de Artes, Tijuana. UABC


Con las artes bajacalifornianas ubicadas en el panorama mundial, ya en este nuevo siglo, consecuencia del evento binacional (Tijuana/San Diego) de arte instalación: inSITE y en cierta forma el Salón Internacional de Estandartes, en el que podían verse propuestas contemporáneas de artistas reconocidos mundialmente, con la participación de curadores y críticos de arte de igual nivel;  concedían un prestigio nunca antes visto que se filtraba a la comunidad creativa y al mismo tiempo mostraba al mundo la realidad de la producción bajacaliforniana y el nivel formativo de sus representantes.
Los talleres, diplomados y cursos profesionalizantes, generados por instituciones culturales y educativas creados a lo largo de las últimas cuatro décadas, habían cumplido su labor en la medida que permitieron al artista local superar regionalismos, incluso colocar a un número de ellos en el plano internacional. Sin embargo, el enfrentarse a otras dinámicas de mayor exigencia dentro de las propuestas contemporáneas generadas por los eventos internacionales antes mencionados, el nivel de competitividad del artista local se advertía disminuido y ello, volvía impostergable promover la formación artística a niveles profesionales.
La UABC asume la responsabilidad en el 2003, y conforma un mapa curricular que encuadraban bien ─en ese momento─ en las aparentes necesidades de la región; empero, ante las experiencias obtenidas con sus primeras generaciones que destacaban particularmente en lo pictórico, los cambios vertiginosos sufridos en el arte en los últimos tiempos y particularmente en la producción local, exigía rectificar el rumbo de la instrucción inicialmente establecido. El ideal de egresar Licenciados competentes que requieren de una información y práctica más sólida en las nuevas tendencias del arte, alentó a la revisión de los planes de estudios existentes y en el 2011 serán replanteados e instaurados.
Con todo, en una estricta revisión de éstos últimos se hace ostensible de nueva cuenta la tendencia hacia la formación de productores de bienes de consumo. Incluso en la actualidad oferta una única Maestría también en producción artística. Con ello se sigue apostando por enfoques modernistas que nos mantienen alejados de visiones verdaderamente innovadoras y de objetivos de mayor compromiso con esta realidad social inmersa en un consumismo enajenante.
En esta acelerada carrera por las artes, emprendida en el Estado desde el siglo pasado, desfasada de la educación artística, en gran parte consecuencia del desinterés y desconocimiento del valor de las artes como parte sustancial en la formación integral del individuo; que inicia con limitaciones en talleres y retomada tardíamente por las instancias educativas; con el paso de los años se irá formalizando. Sin embargo, puede verse cómo las propuestas educativas se mantendrán estacionadas únicamente en la formación de creadores de bienes materiales, sostenes de industrias culturales, para quienes el arte, en realidad, no deja de ser una actividad comercial como cualquier otra.
Si acaso algunos de los sitios independientes como Estación Tijuana de Marcos Ramírez "Erre", La Casa del Túnel de Luis Ituarte, el espacio Lui Velazquez de Camilo Ontiveros, Shannon Spanhake y Sergio de la Torre, convertidos en talleres que ha impulsado proyectos interdisciplinarios, foros de discusión y análisis sobre arte actual y aspectos culturales binacionales; así como ciertos autores y algunos grupos independientes, harán la diferencia al apostar por la reflexión, la discusión, el diálogo y la generación de una producción interdisciplinaria que llega a poner en cuestión la originalidad, incluso la muerte del autor, que no estaban abiertamente comprometidas con el mercado[1].
Las inquietudes surgidas en los países industrializados en el siglo pasado en torno a los objetivos educacionales, en particular la disyuntiva de mejorar la relación existente entre el sistema educativo y el productivo, los llevará a centralizar sus propósitos de educar y capacitar para la mano de obra requerida. Todavía podemos ver cómo en el entramado contemporáneo de las sociedades desarrolladas persisten estas premisas; no obstante, en el avance del mismo afán progresista, fueron señalándose otras rutas en las que ha sido posible atisbar diferentes objetivos pedagógicos.
La formación artística discurre de manera análoga y parece que difícilmente podría ser de otra forma. "Mientras la educación ─como señala Juan Carlos Arañó (1993:14)[2]─ se manifieste en nuestra cultura en términos de oferta y consumo, la educación artística no dejará de ser un mero «adorno» de nuestro sistema escolar".
Por tanto, transformar esta cuestión tendrá que ser la alternativa, y el reto verdadero será cuando, sin esperar que esta condición se modifique en la educación general, la enseñanza artística asuma el cambio como compromiso social.
Las pedagogías educativas artísticas actuales (en términos generales) perfectamente entretejidas en los sistemas convencionales establecidos, responden a sus demandas reproduciendo insistentemente las mismas tendencias que la han caracterizado como formadoras de productores de bienes materiales; de ahí que, aún cuando se reajusten cambios de planes de estudio o reestructuraciones organizativas, esto no será suficiente mientras los replanteamientos no se propongan a través de reflexiones y consideraciones que encaucen sus objetivos hacia metas sociales más precisas y de mayor pronunciamiento por el bien común.
Lo que hace, por tanto, indiscutible y urgente la necesidad de renovar los contenidos que conforman el cimiento de la mayor parte de nuestras actuales propuestas en educación artística, porque buena parte de ellas además de ser improductivas para un futuro, contribuyen poco o nada a la necesidad de la conformación de sociedades más democráticas.
De ahí la justificación de apostar por una pedagogía transformadora, humanista y crítica, que genere una educación artística proveedora de individuos comprometidos con su sociedad, que vayan más allá de su histórico papel como productores de bienes de consumo.
El valor de la educación artística del siglo XXI, sólo podrá entenderse en la medida de la búsqueda del cambio, pero no únicamente de estilos artísticos, sino en la formación del hombre crítico que con su producción se vuelva indispensable en la construcción de una nueva sociedad. 


[1] Aunque los artistas que han desfilado por esas líneas, finalmente buscaban insertarse en los circuitos internacionales del arte; los que en definitiva tasan, validan, así como esterilizan lo irreverente y contestatario de los discursos artísticos, convirtiéndolos, prácticamente, de nuevo en mercancías.
[2] _Arañó Gisbert, Juan C. (1993), La nueva educación artística significativa: definiendo la educación artística en un período de cambio. Arte, individuo y sociedad. Madrid. Editorial Complutense.

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