En estos tiempos de cambios volátiles el arte ha demostrado en todos sus géneros la enorme capacidad de adecuación a ellos, entre aceptaciones y rechazos (los más) se han impuestos los cambios para bien de esa libertad que justifica y da valor al proceso creativo. La escultura ha evolucionado de manera paralela, las diversificaciones que ha sufrido desde que Rodin fusionó la forma en el espacio, jugando con surcos y claroscuros (Schneckenburger)1, la abstracción de Brancusi, la emancipación del vacío por Archipenko, el descubrimiento de las cualidades estructurales de los materiales por Tatlin (con sus contrarrelieves), Las estaciones de tránsito entre la pintura, la escultura y la arquitectura, exploradas por Lissitzky, el intento de Gabo por unificar los elementos escultóricos y arquitectónicos, la escultura funcional de las Bauhaus, hasta las proclamas de Duchamp en las que afirmó: “En definitiva, el arte reside en el ojo del espectador” y revoluciona el pensamiento creativo con su ready-made; seguidas de las expansiones cinéticas, el ensamblaje, la emancipación de la cultura Pop, el interés de Fluxus en los objetos únicamente por la evocación de lo efímero, el paso sustancial de la economía de recursos en el minimalismo, hasta la antiforma propuesta por Morris y de ahí en adelante, el reciclaje, el apropiacionismo y sobre todo la oportunidad del artista de abrevar en el pasado, reciclarse con el presente y proponer con una libertad poco vista con anterioridad, todo ello da muestras de la necesidad de afrontar el compromiso para crear un arte congruente con su tiempo
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment