“NI UN MITAD NI LA OTRA, LAS DOS” (El Duplo Imprescindible)
Órgano musical, objetos varios, figura humana (compuesta por resinas, vendas enyesadas, pantalón, cinturón, y zapato)s, aglomerado de resina plástica, banca de madera y objetos varios, resinas, acrílico blanco y esmalte rojo.
Medidas varias. 2007.
La evolución del arte va de la mano con su sociedad, la de éste (el arte) parece entenderse y aceptarse con más dificultad y ser asimilada mucho tiempo después de su concepción, sin embargo los cambios llegan a imponerse para sufrir después otras mutaciones, ejemplos abundan: en la pintura no se concibió, por muchos siglos, otra función que la de copiar a la naturaleza hasta que pudo prescindir de la figura (abstraccionismo) y aún de la forma, color y el soporte (en el conceptualismo), o el valor del objeto reducirlo al soporte o más aún, darle mayor importancia al proceso que a los resultados; en la música la atonalidad parecía ser, en un principio, que carecería de la coherencia necesaria para dar vida a un mundo sonoro no tonal, John Cage partiendo de estas premisas y otros principios filosóficos orientales, utilizó con frecuencia los silencios como un elemento musical, dando a los sonidos una entidad dependiente del tiempo, (los intérpretes se sientan en silencio ante sus instrumentos durante toda la obra; los sonidos inconexos del ambiente constituyen la música. Music of Changes, 1951); en el teatro la congruencia del drama fue por mucho tiempo insustituible, la falta de secuencia dramática fue suplida por tramas que aparentemente carecen de significado y por diálogos repetitivos, una modalidad regida por los principios existencialistas expresados en términos absurdos (Teatro del absurdo); en la literatura el modelo invertido del poema tradicional aparentaba, no únicamente una contradicción inaceptable, sino algo carente de sentido, lo que Nicanor Parra llamó "antipoesía" fue uno de los más radicales cambios de dirección que se produjo en la poesía hacia mediados de siglo pasado, le daría un vuelco total a nuestro lenguaje poético e impondría la disonancia como norma; en la danza, la inmovilidad es, en apariencia, inadmisible, sin embargo como afirma el bailarín y coreógrafo suizo Gilles Jobin: somos una generación que ha decidido pensar antes de moverse y, como consecuencia de esta reflexión, nos han etiquetado de “antidanza”, esta concepción de no movimiento es una reacción, una afirmación distinta del movimiento (The Moebius strip). Estos ejemplos mínimos que fueron en un principio propuestas radicales, porque hicieron dispensable lo aparentemente imprescindible, cedieron ante la reflexión. Se podrá prescindir de esto y más, el arte contemporáneo da muestras de ello frecuentemente, ha cambiado la manera de abordarlo, de interpretarlo, de asimilarlo, dejó de ser pasivo para convertirse en activo y viceversa, sin embargo jamás podrá prescindirse del receptor o espectador, que en mucho, tiempo atrás dejó de ser pasivo también, cualquier actividad artística por insignificante o compleja requiere de esa inseparable dualidad, dependencias que conforman una unidad indisoluble que cierra el círculo y que en esencia, ineludiblemente justifica la existencia del arte.
Partiendo de este último principio, del duplo imprescindible, conformé esta pieza que he denominado: “Ni una mitad ni la otra, las dos”, titulo que indica el sentido de interdependencia, de la preponderancia de ambas partes como una unidad inseparable. Como una manera para representar una de las partes, me valgo de un órgano estéril que no puede emitir sonido musical alguno ya que carece de los complementos indispensables para lograrlo (las interconexiones eléctricas, bocinas, etc.) y un supuesto músico que restringido a sus extremidades inferiores, adolece de las partes sustanciales para la ejecución del instrumento, estas limitaciones ejemplificarían la ausencia de algunas de las partes del dúo (obra-espectador), que por incompletas imposibilitan el cierre del círculo o la realización, en éste caso, de una pieza musical, sin embargo, por otro lado, lo objetual de la pieza inconclusa, su presencia tangible, desde el momento que es expuesta a la mirada de un tercero, cumple su cometido como obra de arte gracias al espectador que consuma el círculo.
Existen otros elementos que conforman las piezas, que persiguen atraer las miradas, provocar e incitar a otras lecturas y eso podría ser suficiente para justificar a la obra, si existe un discurso previo intentando explicar el objetivo de la pieza, jamás debe ser determinante, toda respuesta a lo propuesto objetualmente que llegue a cualquier reflexión, será para mi motivo suficiente para validar su presencia.
Mexicali, B. C., Marzo, 2007