Sunday, September 08, 2024


Postales del confinamiento, una apuesta creativa de

Alejandro Meter vuelta memoria

Roberto Rosique

 

 

La ruptura con la cotidianidad deja huellas, las más profundas, lo sabemos, devienen del deceso de vidas inocentes. La experiencia vivida a partir de 2020 consecuencia de la pandemia del COVID-19, declarada por la OMS emergencia de salud pública de importancia internacional, toma por sorpresa a esta sociedad globalizada, interconectada, líquida (a decir de Bauman),[1] quedándose estática, estupefacta, viendo los estragos causados por ese organismo imperceptible y destructivo. La fragilidad humana, oculta por el poder político y económico, fue desnudada de un tajo.

Generó cambios en todos los ámbitos de la sociedad, al igual que en distintos aspectos de nuestra cotidianidad, tocamos fondo o casi lo hicimos, y cuando comenzamos a salir a flote en un aparente control del virus, e intentábamos retomar aquel andar cotidiano, fue fácil suponer que en esta época poscovid se abrirían nuevas oportunidades de cambios en una renovada escala de valores y actitudes; como una posibilidad para reinventarnos, buscando enmendar equívocos y redireccionar la vida.

No obstante, a un año de haberse decretado el fin de la emergencia sanitaria (5 de mayo, 2023), aquel optimismo vital, excesivo, devino en olvido e indiferencia para seguir actuando, sino igual, muy parecido al pasado (La persistencia de la guerra intestina Siria, la guerra de Azerbaiyán que llevó al éxodo en condiciones calamitosas a la población armenia; la invasión rusa al territorio ucraniano, la perversa masacre del pueblo palestino por el sionismo israelí con la anuencia de sus aliados hegemónicos, tradicionalmente invasores y colonialistas, son algunos ejemplos de ello).

Con todo, en esa prolongada cuarentena la necesidad creativa del ser humano se oponía al aturdimiento del encierro, de esa situación quedaron un sinfín de ejemplos; en este sentido, Alejandro Meter, como otros, encontraba una solución para paliar el acontecimiento y seguir creando a partir de las posibilidades que este ambiente restrictivo permitía. Postales del confinamiento, es en cierta forma, o así lo supongo, producto del empoderamiento, adaptación y superación, requerido para anteponerse a la calamidad.

Esta experiencia sobrada de incertidumbre, será convertida en un opúsculo de imágenes y declaraciones, editado en el 2023 por la Universidad de Guadalajara; inscrito, con entera precisión, como postales, aludiendo, por supuesto, a esa forma atemporal de comunicación que permite compartir experiencias, iconografías y emociones de manera visual y personal; en este caso, de ese particular tiempo referido.

La pandemia del COVID-19 y el consecuente encierro obligado, puso fin, refiere Alejandro Meter, a viajes, a encuentros fotográficos y literarios, obligando a postergar un proyecto de retratos de escritores, en ese entonces en proceso. La imposibilidad del traslado a otros lugares lo llevó a pensar, como recurso alternativo, en fotografiar desde su propio aislamiento a literatos localizados en distintos rincones del planeta[2], mostrando sus universos confinados; así, desde plataformas como el Zoom, registró con su cámara montada en un trípode, a cada uno de los elegidos cuyas imágenes proyectaba sobre fondos de distintos materiales y características, obteniendo, explica el autor, un abanico de diversas texturas, logrando, a través de este recurso técnico, representar la nueva realidad fragmentada, distorsionada, pixelada y fuera de foco que les tocó vivir. (Meter, 2023:3)[3]

Una historia, nada común, que toma forma bajo a amenaza a la vida y que, confinados por la pandemia —a decir de Mónica Lavín, (Ibíd., 2023:50)— secuestró la libertad. “Hasta la libertad de decidir encerrarse”, y que, visto desde ese ángulo, antepone pocas alternativas como el tener que resolver las cosas con los elementos disponibles en casa, ser interrumpido durante el acto creativo cuando menos lo esperas, o depender de lo acordado con quienes se está condenado a compartir el mismo encierro; aunque la libertad de navegar por Internet pueda verse como atenuante, todo esto frecuentemente desalienta intenciones.

A pesar de eso, todo acto creativo bajo estos escenarios condicionales puede ser transformador en la medida que el autor se lo proponga, este libro es muestra de ello; de ahí lo significativo de reconocerle que una de sus mayores aportaciones siga estando en la memoria que como hecho histórico representa.

Una obra compuesta en tres tiempos: el registro fotográfico, que es el testimonio que da pie a todo lo demás; los textos que develan la actividad creativa del que declara y algunas señales autobiográficas que lo acompañan, y la conjunción de todo esto que reflejan de manera precisa al contexto, que bien pueden constituir otra realidad.

Textos nacidos en el confinamiento, que narran brevemente experiencias existenciales, declarativos, heterogéneos; que describen anhelos y nostalgias al evocar momentos gratos, de extrañezas por el contacto físico y agradecimientos a la vida. Poemas lapidarios, resueltos en verso o prosa, que revelan estados de ánimo sobrados de recuerdos, y al igual que las otras narraciones, colmados de incertidumbre.

Del impacto que la pandemia y el encierro causaban en sus vidas, muy pocos textos pudieron deshacerse del entramado viral, y ante la muerte que determina todo, bastaban las noticias dantescas de la radio o la televisión para corroborarlo, declaraciones que llevaron a la aprensión y nos mantuvo al borde del pánico y la desesperanza; aun así, en las narrativas de este libro parece que en ese sentido se encasquillaron las ideas, la muerte es mirada de reojo, narrada sin tanta reticencia, tal vez por el acoso constante, de tanto tenerla encima o tan cerca, que dejó de ser sorpresa y por ello pretexto creativo.

Para otros, la sombra que se cernía sobre el cautiverio tenía cara y nombre y no era el miedo que infundía el saber que vas a perecer; era algo más perversamente democrático e innegable, que ignorábamos y que podría llevarnos al mismo desenlace.

 “Acaso lo abominable de la peste —declara Daniel Salinas— sea su vocación fantasmal, saberla presente, aunque no la veamos, como las parcas en las danzas macabras medievales. […] Lo peor de la peste —revela Daniel— no es su presencia, sino su intuición”. (p.72)

Sin la necesidad de razonar, se impone la indolencia, no hay misericordia, ni humanidad, y sin ello la esperanza pierde sentido, y esto es inexcusable.

Las palabras que acompañan a estas representaciones gráficas no son un rosario de salmos lastimeros, menos de arrepentimientos o reproches, son recordatorios de vida, de lo finito de la misma y caprichosa, que —a fin de cuenta— es lo que le da sentido a las cosas, como se la dio a este libro.

Olivia María Rubio (2007:14)[4] comenta que “ya durante el siglo XX la fotografía comenzó a plantearse sus límites entre el fehaciente documento de la realidad que era y las posibilidades subjetivas que abrían a ella la convivencia de direcciones opuestas en un lenguaje cuya característica principal es su ambigüedad. Falso-verdadero, original-copia, real-ficticio son algunos ejemplos de las dicotomías que brotan de la fotografía, cuya maleabilidad la ha hecho sensible y permeable a todo tipo de mutaciones de orden social, artístico o simplemente físico-químico”.

En ese sentido, la apuesta fotográfica de Rodolfo Meter puede enfocarse en ese espacio de transformaciones, en el cual la interdisciplina impulsa a las propuestas híbridas que hacen posible que los discursos gráficos y escritos transiten en el campo expandido del arte sin limitaciones, más que la que el creador se imponga.

Resultan registros directamente vinculados con la realidad del contexto, poseen su propia tipología y con el agregado de esas narrativas personales constituye nuevas subjetividades que dan pie a lecturas diversas; sin embargo, el retrato aquí parece haberle servido para enfocar una prueba de existencia, una forma de expresión esencialmente temporal con la que ha podido conciliar algo tan aparentemente contradictorio como es lo efímero y lo eterno. Lo fugaz de la existencia y lo perenne del óbito determinado por la pandemia.

Creo que otro sentido de los retratos de Meter, algunos bastante difusos, con cierto halo de misterio, que evocan rasgos de alguien, no es la de mostrar un ser humano único, como expone Marta Canals (1996:5),[5] —y que encuentro concordante a esta apuesta estética— sino reafirmar una personalidad definida culturalmente, y es, por tanto, la fuerza de la imagen la que tiende a considerar como realidad lo que no es más que una apariencia.

Con los recursos que utiliza Alejandro Meter, tales como la sobre exposición, la ausencia de nitidez, el desenfoque de las imágenes y el agregado de texturas; técnicamente reinterpreta, recrea, transforma la realidad, en esa otra realidad fragmentada, distorsionada que nos tocó vivir, como lo menciona en su relato explicativo. En ese contexto, “Este proyecto —reconoce Laura Escobedo— tiene la lucidez de documentar un tiempo de extrañamiento sin explicación. La imagen desnuda, pixelada como el registro de la atmósfera sin forzar sentidos para los que no hay distancia todavía. Las interpretaciones aparecen fragmentadas, incompletas, veladas también”. (p.24).  

Estas correlaciones con lo indefinido de la imagen, su interpretación igualmente poco clara y la incertidumbre, resultan medulares en esta obra ante la falta de certeza, de conocimiento seguro respecto al devenir social y existencial de esos tiempos.

En esos momentos de volatilidad y desafíos complejos, la incertidumbre resultó fundamental para ponernos alerta, porque esta es absolutamente crítica para el pensamiento, para la creatividad, incluso para el bienestar mental y la resiliencia.

A pesar de que nos sentimos incómodos y frágiles con ella, porque impide aparentemente estabilizarnos, la incertidumbre nos desafía, nos provoca, nos impulsa a especular en algo que no necesariamente debería ser negativo.

La declaración, concluyente, de Roland Rugero, “Vivo con la incertidumbre como mi mayor certeza” (p.68), no solo confirma el hecho, sino que ayuda a encontrar, en esa incertidumbre, el reto para reabrir caminos, para imaginarnos un mejor porvenir. Puede ser.

El autor aprovecha las posibilidades técnicas y comunicativas de la imagen (que, además, interviene y proyecta sobre fondos de diversas texturas) para sugerir en relación al contexto, sin que haya una búsqueda directa de la identidad del fotografiado, ya que esa tarea es sustituida con las declaraciones emitidas por cada uno de ellos y colocadas (casi) a pie de foto, en las que relatan sus inquietudes, gustos, temores y reconvenciones, dando forma a una construcción autobiográfica.

Estos retratos de Alejandro Meter, parecieran no ser una reserva de memorias personales, sino una manera de representar la vida diaria, con toda la carga de elementos (aparentemente) intrascendentes, en ocasiones con una dosis de banalidad, en donde la insignificancia, como suelen decir los japoneses Okabe e Ito (2003), [6] en situaciones como estas, es elevada a objeto fotográfico.

Y es aquí donde encuentro otra característica de estas imágenes compuestas, en las que es posible descubrir que hay una verdad más profunda y fascinante tras aquello en apariencia sin trascendencia; lo que nos recuerda que todo tiene su propia historia.

Aquí, de acuerdo a lo anteriormente señalado, cabe detenerse en esos poco evidentes detalles que el autor adosa a los retratos, que terminan siendo historias agregadas, las que, mediante superficies ajenas a la toma inicial, como esas líneas que a manera de fracturas escinden la escena, o la malla de lunares negros; el plástico trasparente que se antepone a la imagen; el cristal nítido y reflejante; el vidrio esmerilado; la sobre exposición de imágenes; la silueta a contraluz; el desenfoque; el filtro rojo, el estampado, la tela ajada; las gotas de rocío sobre el cristal; el espejo que se confabula con el espejismo; imágenes pixeladas y otras más con efectos entremezclados ofreciendo una y más historias enriquecidas de otras.

Un trabajo de múltiples facetas que anima a establecer debates sobre lo público y lo privado, entre la insurgencia pandémica global y la intimidad del retratado; entre la realidad de uno y la veracidad de otro, la captura del instante de Cartier-Bresson y la verdad contravenida de Roland Barthes; es una obra bisagra, que con el cruce de disciplinas alienta a transformar nuestra manera de concebir las realidades tan cambiantes e inciertas en que nos desenvolvemos.

¡Qué hay detrás de este ejercicio? me cuestionaba, en donde las imágenes desdibujadas se encuentran en concordancia, no solo con aquella realidad en la que el devenir no era muy claro, sino también en el escritor cuyo reconocimiento se desvanece igualmente, tanto por la indefinición fotográfica, como por su universo literario reducido a unos cuantos párrafos con los que no es posible determinar la grandeza alcanzada, y jamás, —me atrevo a aseverar— que, la intención de Alejandro Meter fue minimizar esa valía; es, así lo veo, una consecuencia más de este ejercicio, un tanto lúdico, que logra llevar a ese otro extremo la posibilidad de significar algo distinto a lo convenido.

En el arte este recurso, no del todo aceptado, posee su propio valor ya que abre opciones e invita a leer o mirar las cosas desde otras dimensiones, a interpelarnos sobre lo convenido; esta ruta no concertada es la que favorece la exégesis que es indispensable en todo discurso planteado, y lo es en la medida de ser siempre una posibilidad más, no otra regla por establecerse.

Por último, diría que es difícil no estar de acuerdo con Susan Sontag (2005), [7] cuando declara que la fotografía tiene poderes que ningún otro sistema de imágenes ha alcanzado nunca, ya que, al contrario de los anteriores, no depende de un creador de imágenes; aunque el fotógrafo intervenga cuidadosamente en la preparación y guía del proceso de producción de ellas.

No obstante, el protagonismo de las obras de Alejandro Meter, que comparte entre las iconografías que tienden a considerar como realidad lo que no es más que una apariencia, en las que se reconocen las declaraciones de Sontag; el agregado de los textos concisos de esencia biográfica capaces de confluir hacia interpretaciones de discursos múltiples, es con los que conforma el corpus de un ejercicio híbrido con el cual se permitió interpretar al mundo en ese particular momento y amplió el espectro del poder de la imagen dejando, a la vez, una memoria siempre indispensable.

Eso es lo que deseamos de todo ejercicio creativo, explayarse en su propia libertad, y bien podríamos comenzar a hacerlo caminando de la mano del diablo —aludiendo a Gerardo Mosquera,[8]— para reemplazar las rutas esencialistas heredadas e imaginar nuevos rumbos; soltándose lo antes posible de ese asidero, para elaborar el itinerario propio que le dé sentido a lo que a uno convenga y no a lo que el otro considera apropiado e imponga.

 

Dr. Roberto Rosique

Nace en Cárdenas, Tabasco, México, en 1956. Radica en Tijuana, B. C., desde 1986.

Formado profesionalmente en el campo multidisciplinar como Médico General, con Especialidad en Pediatría y Subespecialidad en Oftalmología Pediátrica, es a su vez Licenciado en Artes Plásticas, y obtiene el grado de Maestro en Docencia con la tesis: El arte instalación en la instrucción de las artes desde un modelo constructivista; así como el grado de Doctor en Pedagogía Crítica con la tesis: La formación artística desde un Currículo Alternativo. Otras dimensiones para el compromiso social del arte. Ha realizado exposiciones en el país y el extranjero, creador de esculturas urbanas para Tijuana (2004), Toluca, (2010), Tucumán, Argentina (2011), Brisbane Australia. (2013), entre otras

Autor de una decena de libros y artículos indexados sobre la cultura regional, de entre ellos se encuentran:

2019). Salvador Magaña, En el juego de las formas, de la tradición a la síntesis, FORCA: CDMX

(2017). Los 70. Un período fundamental en la plástica de Tijuana. Tirant Lo Blanch / UABC: México.

(2016). De aquellos paramos sin cultura. Tres décadas de arte en Baja California; de lo retiniano a lo conceptual. Secretaria de Cultura,

CECUT, ICBC: México.

(2010). Del arte en terciopelo negro al arte instalación. Apuntes sobre las artes visuales en Tijuana, UABC/INBA: México, DF.

(2004). Hacedores de Imágenes (Plástica bajacaliforniana contemporánea), CECUT, ICBC, IMAC, UABC: México.

Es Maestro Fundador de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California (2003). Investigador en Artes y curador independiente y Actualmente es el coordinador de la Trienal de Tijuana 2 Internacional Pictórica.



[1] Bauman, Zygmunt (2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, México.

[2] Más de 90 escritores se sumaron al llamado e invitación de Alejandro para ser fotografiados en su refugio.

[3] Meter, Alejandro (2023). Postales del confinamiento, Editorial Universidad de Guadalajara, México

 

[4] Rubio, Oliva (2007). Momentos estelares. Las fotografías del siglo XX. Madrid: Círculo de Bellas Artes.

[5] Canals, M (1996). Retratos. Fotografías españolas 1849-1995. Barcelona Fundación Caixa de Cataluña

[6] Okabe, D. e Ito, M. (2003). Camera phones changing the definition of pictureworthy. Japan Media Review, 29.

[7] Sontag, Susan (2005). Sobre la Fotografía, Editorial Alfaguara S.A., Bogotá.

[8] Mosquera, Gerardo (2010). Caminar con el diablo. Textos sobre arte, internacionalismo y cultura. Editorial Cataclismo, Bogotá.


 

 



Entre lo efímero, lo infinito y la memoria, herramientas para tejer una imaginación razonada.

A propósito de Dibujos en el agua de Luis Camnitzer.

 

Roberto Rosique

robertorosique@gmail.com

 

 

Los procesos creativos parecen surgir de la nada, pero esa nada está nutrida por algo: un pasado o presente que, aunque imperceptible o intangible, ocupa un lugar en el pensamiento. Este espacio cognitivo, donde residen las ideas, es la sustancia etérea de toda creación.

Además, transformar lo aparentemente trivial en algo complejo revela la habilidad del creador para encontrar y comunicar conexiones más profundas, enriqueciendo tanto el arte como la comprensión del espectador. Este enfoque permite descubrir nuevas perspectivas y significados, mostrando que todo tiene el potencial de ser reinterpretado y elevado a un nivel superior de comprensión y apreciación.

Lo fascinante del proceso creativo reside en su capacidad para concretarse plenamente cuando la idea es comprendida o reinterpretada por otra persona. Este proceso, que está inevitablemente mediado por la exégesis y el pensamiento crítico, transforma al observador tradicional, que normalmente solo contempla, en un cómplice y, en última instancia, en un coautor de la obra.

Dibujos en el agua (2012), una instalación de Luis Camnitzer (Lübeck, Alemania, 1936), compuesta de una oxidada palangana con agua (26 cm x 8 cm, ø), que es el soporte en el que se realizan los dibujos efímeros; una repisa con 44 botellas de cristal (8 x 28.5 cm, ø), con etiquetas blancas de borde rojo, numeradas sin ningún orden particular que contienen cantidades variables de agua y donde archivan cada uno de los dibujos elaborados en la palangana, y 5 textos impresos y enmarcados (30 x 42.5 cm, c/u) que ofrecen acercamientos diversos a la obra desde la libertad creativa que descarta límites y sus infinitas posibilidades distintivas, hasta la vulnerabilidad de la memoria al depender de la inestabilidad del agua, incluso, su posible pérdida o evaporación.

Una obra múltiple que sobrepasa los límites y a través de lo posible busca hacernos cuestionar lo establecido, poner en la misma línea la ficción y la realidad, representar el instante en lo eterno, lo fugaz en lo permanente en donde se pueden desprender igualmente, una infinidad de interpretaciones convirtiendo al que observa, también en otro autor.

Me acercaré a las ideas de Camnitzer a través de un texto breve, publicado en Umática, Revista sobre Creación y Análisis de la Imagen titulado de manera homónima Dibujos en el agua, (2022).[1]  Dividido en seis apartados que se interconectan a través de la metáfora de la palangana con agua, que funciona como un símbolo multifacético con el que aborda temas como la memoria, el olvido, el arte, la historia, y la percepción.

Luis Camnitzer, en el resumen de su propuesta, sugiere que los archivos históricos, aunque valiosos, corren el riesgo de desaparecer si no se organizan y etiquetan adecuadamente, destacando la importancia de preservar la historia para evitar que se pierda con el tiempo.

En el primer apartado, la palangana simboliza la mente o la imaginación, donde las ideas (dibujos) se gestan. Señala que la creación es un proceso frágil que requiere precisión y memoria, proponiendo la naturaleza efímera y exigente de las evocaciones. El autor expresa una sensación de insuficiencia frente a la perfección requerida, aunque también le asombra la cantidad ilimitada de ideas que pueden surgir.

En el segundo apartado, la palangana se convierte en un espacio secreto, donde la creatividad es libre de juicio o censura. Esto alude al carácter privado y personal de la memoria, que puede ser difícil de observar o interpretar desde el exterior. Está subyacente también en esta idea la metáfora del agua como un espacio de libertad creativa donde las acciones no dejan rastro, simbolizando el supuesto de que las ideas y pensamientos pueden surgir y desaparecer, pero el proceso creativo es un espacio seguro y confidencial.

En el tercer apartado, introduce la idea de la disolución de los dibujos como una analogía con la homeopatía, cuestionando si la inmaterialidad del arte (y, por extensión, de la memoria) puede tener un efecto más poderoso por su sutilidad, lo cual refleja la idea de que los recuerdos difusos o fragmentarios pueden tener un impacto profundo.

En el cuarto apartado, al reforzar la idea de la memoria como algo delicado, sugiere que la pureza de los recuerdos (dibujos) debe preservarse sin contaminación, destacando la necesidad de etiquetar y describir, es decir, organizar y proteger estos recuerdos para mantener su integridad.

En el quinto apartado, la palangana refleja la realidad y almacena estas imágenes indefinidamente, lo que conecta con la idea de que estamos rodeados de memorias y experiencias (archivos históricos) que necesitan ser protegidos y documentados para evitar el olvido, aquí simbolizado por la “evaporación”.

Finalmente, en el sexto apartado, se propone que el arte (y la memoria) puede(n) presentarse de manera simple, reduciéndolo a etiquetas que ocultan su complejidad. Esto critica la tendencia a simplificar la memoria o el arte para su consumo, evitando el enfrentamiento con su verdadera profundidad y posibles implicaciones.

En síntesis, Luis Camnitzer explora la relación entre la memoria, el arte, y la historia a través de la metáfora de la palangana con agua. La palangana es un espacio de creación, reflexión y preservación, pero también de fragilidad y riesgo de pérdida. El agua, como símbolo del flujo y la impermanencia, refleja la naturaleza volátil de la memoria y el arte, que requieren un cuidado meticuloso para evitar su evaporación o simplificación excesiva. En conjunto, los párrafos sugieren que tanto el arte como la memoria necesitan ser cuidadosamente protegidos y organizados, pero también advierten sobre los peligros de simplificarlos demasiado, ya que esto puede diluir su verdadero impacto y significado.

Aunque tradicionalmente el dibujo se entiende como una forma concreta que articula el pensamiento, en esta obra de Camnitzer ese principio se invierte. Aquí, el dibujo no existe físicamente; solo toma forma en la mente del espectador. Es decir, aunque el acto de pensar no es solo un proceso abstracto o mental, sino que suele manifestarse en formas perceptibles, en esta obra el pensamiento sigue siendo capaz de crear formas, pero estas se manifiestan tanto en el mundo tangible como en el intangible, sin necesidad de una representación física directa.

Luis Camnitzer de la aparente simpleza entresaca una idea que va conformando desde la lógica de las argumentaciones sólidas, de tal manera que, entre lo efímero, lo infinito y la memoria, anima al espectador a tejer una imaginación razonada, combinar la conciencia de lo transitorio (lo efímero), la contemplación de lo eterno (lo infinito), y la referencia a lo vivido (la memoria), se puede construir una suerte de imaginación que no es solo creativa, sino también reflexiva y profundamente conectada con la realidad y la experiencia humana.

Invita al que observa a cavilar para encontrarle sentido al aparente sin sentido, y si bien este recurso no es una manera atractiva para aquel que espera del arte un objeto colmado de belleza, o una alegoría sobre un hecho sensacional o una recriminación sobre las intransigencias; es una faceta en la cual lo creativo que nace del impulso, de la ocurrencia o de la exégesis, por muy elemental que sea el eje de la idea, fomenta otras alternativas discursivas en el arte que vistas con justicia —sin duda— resultan  también inestimables.

 

 

 

 

 

 



[1] Camnitzer, Luis (2022). Dibujos en el agua. Umática. Revista sobre Creación y Análisis de la Imagen, 5. https://doi.org/10.24310/Umatica.2022.v4i5.15919