Hoy (16 de septiembre, 2022) leí un anuncio para suscribirse a la revista Selecciones del Reader's Digest, aquella vieja revista que encontrábamos hasta en el baño de cualquier familia mexicana o del mundo occidental que no hacía nada más que mentirnos de que en el capitalismo estaba el futuro del progreso humano y no se cansaba de repetir directa o subliminalmente qué el paraíso se encontraba en el American way of live.
Una revista pequeña, manipulable de hojas frágiles, satinadas con imágenes bellas a color, Repleta de temas sensacionalistas, anodinos y perniciosos dónde el blanco siempre fue la estrella que ayudaba al mundo, en tanto el negro lo pregonaban cómo una mácula incómoda y los latinos epopéyicos y folclóricos apenas brillaba de ellos el exotismo, que debían replicar la cultura gringa para aspirar a ser mejores.
La cultura como recurso colonialista siempre ha surtido efecto y está inocente revista moldeó inocentes conciencias creyendo siempre en su información tergiversada, la que como panacea consumimos bajo la anuencia inocente de nuestros padres que se sentía satisfechos por estar suscritos a la culturosa revista .
La inocencia, al igual que la ignorancia se presta a canjear bisutería por oro, y tal vez lo incomprensible es que en pleno siglo XXI sigamos consumiendo tal basura.
Eso no es ironía, parece más bien masoquismo y amor por consentir que nos sigan viendo la cara de pendejos...