Saturday, April 30, 2022

LA OBLIGACION DE MANTENER VIVA LA MEMORIA. (A PROPOSITO DE LA CHARLA SOBRE LA OBRA DE BLANCARTE)



Gracias a los administradores del departamento de Extensión Universitaria campus Tecate de la Universidad Autónoma de Baja California por invitarme el martes pasado 26 de abril a comentar la obra de uno de los artistas plásticos más queridos del medio, autor prolífico de una obra significativa que hoy, bien se puede ver como un pilar de la cultura bajacaliforniana.

En un auditorio inmenso (Teatro Universitario de Tecate), un público escaso, afable (familiares, amigos, exalumnos, uno que otro artista y un maestro de la FAUABC) cercanos y seguramente agradecidos por todo lo que Álvaro Blancarte prodigó, el pintor, promotor, maestro y fundador de la Escuela de Artes hoy ya Facultad, fallecido apenas medio año atrás. Un programa que inicia con retraso por las dificultades del tránsito que tuvimos para llegar a la hora convenida que fue motivo, seguramente, de que algunos se hayan tenido que retirar del evento; el que después de este incidente transcurrió sin otro contratiempo. Una charla que propició algunos comentarios y preguntas del público, así como una intervención oportuna y sensible por parte de los familiares del homenajeado.

Una experiencia que imaginé más concurrida por tratarse de un homenaje a una persona leal a la comunidad, imprescindible en la promotoría del arte regional, un artista sinigual y un profesor de valor inestimable; no obstante, fue como un Déjà vu reiterativo cuando de reconocer se trata. Sin ser adivino comencé a ver cumplirse una consigna que suelen ser pan de cada día: el olvido, en este caso de una comunidad cultural atareada por alcanzar su protagonismo, a la que el pasado deja de serle relevante y no hay, parece ser, razón para reconocer lo que nos dieron, como tampoco agradecer lo que otros hicieron para cimentar el terreno que hoy transitamos. 

Esta respuesta tibia ante la pérdida del que se fue primero la hemos vivido sin preocupación y enorme desinterés repetidamente: Benjamin Serrano, Felipe Almada, Cesar Borja, Daniela Gallois, Ernesto Muñoz Acosta, Epitacio Sosa, Manuel Aguilar, Salvador Magaña, Juan Badia, Nina Moreno, Manuel Varrona y un listado más amplio que el no nombrarlos no los hace menos importantes. Tal vez no sea una obligación reconocer al otro o dejarle esta tarea al Estado o a la institución cultural, tal vez; sin embargo, reconocer engrandece y es un acto mínimo que nos ayuda a caminar con dignidad.

Con todo, puedo pensar que el caso de Álvaro Blancarte hace la diferencia por que ha sido un autor reconocido por varias (sino que todas) las instituciones locales, regionales y nacionales en diferentes momentos antes y después de su partida; ha dejado una presencia perenne en su producción mural, escultórica y las monografías que dan cuenta de su vida y obra; así como una familia que se ha empeñado en mantener vigente su presencia y seguro no desfallecerá de hacerlo por largo, largo tiempo.

Y es, quizá por ello, del artista que menos tendríamos que preocuparnos por olvidarlo y aun cuando la respuesta fue escueta al evento antes mencionado, esto dio pie a estas notas, convirtiéndolo -así lo quiero justificar- en el memorándum de aquellos que hoy apenas recordamos y que nos exige a despabilar esa memoria como acto justo por el reconocimiento de contribuir a ser hoy lo que culturalmente somos. Esos que desempedraron el camino enseñando y dejando una obra que debe revisarse a cabalidad, que debe exponerse y publicarse, de la que seguramente nos sorprenderá lo tanto que se refleja en las nuestras y las pautas que, sin darnos cuenta, brindaron y brindan enorgulleciéndonos por lo que hicieron, para que lo hagan también otros, quienes nunca han tenido una referencia de ellos.

Un compromiso pendiente que se extiende a todos los campos culturales construidos con el esfuerzo de los que se fueron y el de los que aun se empeñan en hacerlo, que no puede dejarse en el olvido y que habrá que tenerlos presente cada vez que inauguremos una velada cultural, cada que escuchemos una melodía, presenciemos un drama escénico, un ejercicio dancístico, una lectura poética, cualquier acto creativo porque son ellos la consecuencia de lo que nos jactamos ser.

Roberto Rosique


 

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