Monday, September 28, 2020

DUELEN LAS AUSENCIAS

(Cimarrones heridos, 19994. de José Díaz, monotipia)
 

DUELEN LAS AUSENCIAS

Siempre duelen, más cuando es la de alguien que vivió desligado de las socarronerías, de los golpes bajos, de las declaraciones ampulosas, de las sinvergüenzadas, que es común en este medio, a veces arrogante, del mundillo cultural, pletórico de actores y dirigentes oportunistas que están donde están por quien sabe que razones de la vida menos por creativos.

José Díaz fue de una estirpe poco común, de aquella que transitó comprometido con su quehacer creativo ajeno al que dirán y a los halagos sin medida. Muchos de nosotros caminamos cercanos a él, lo vimos trabajar con mesura lo plástico, enamorarse de la gráfica, y en la serigrafía explosionar en el color y  entregarse si más al oficio[r1] .

Será el gran maestro que promoverá, no sin obstáculos, los primeros encuentros de la monotipia derivada de este género. El ejercicio valioso del Taller de Monotipia es un ejemplo digno de recordar, engendrado en el Festival de la Raza, reunirá generaciones de chicanos y tijuanos dando cuenta de las cualidades de esta manera noble de encarar forma y color, ofreciendo oportunidad a emergentes que jamás habían explorado el género y queda de ello, una memoria invaluable de estos primeros escarceos con una técnica sustancial. Siembra la semilla para los primeros talleres formales de Tijuana y se aleja, sin que le interese el ruido del reconocimiento.

Cimienta en nuestra Facultad de artes de la UABC el primer taller de serigrafía donde orienta a un número importante de jóvenes que hoy replican su enseñanza pero además transitan con firmeza sus propios rumbos. Queda de esa experiencia un hecho de indiscutible valor de nuestra institución, el haberle reconocido todo lo aportado durante su estancia con nosotros; en un acto singular de aprecio franco, entre alumnos y maestros que acuden por convicción, estima y reconocimiento, a manera de despedida, poco antes de su tránsito definitivo hacia aquellos linderos de su infancia.

Jamás olvidó a Tijuana ni a sus amigos, tuve el privilegio de mantener por mucho tiempo ese enlace, (como seguramente muchos más). Siempre hubo un comentario puntual a las barbaridades que escribía en mis muros; siempre recordando y reconociendo lo que otros hacían e hicieron, siempre otros y el después (si acaso). Leía los escritos que me enviaba, las anécdotas de infancia, sus cuentos cortos, pues buscaba conocer mi opinión de esas vivencias íntimas; siempre agradecí su confianza pues no era nadie para corregir lo ya bien hecho, y ello, cimentó sinceramente mi afecto hacia el hombre amable y justo que ya luchaba con esfuerzo por caminar ante la respuesta limitada de un aliento también insuficiente para sostenerlo.

Ya no estará más entre nosotros, José Díaz, dejó una  familia sólida en principios que seguramente continuarán su legado creativo (Sebastián lo está haciendo) y sabrán replicar esa humildad portentosa que lo caracterizó.

Siempre extrañaremos a Pepe Díaz por su franqueza y respeto, por todo lo que dio a cambio de nada; por su grandeza.

Hasta pronto amigo querido

Roberto Rosique


 [r1].


 

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