La mirada perversa ante el desnudo
fotográfico (erotismo versus
pornografía), a propósito de la obra de Jim Platel
Roberto Rosique
El desnudo en la
fotografía presente desde la reinvención de la cámara (Nicéphore Niepce, 1824,
con las primeras imágenes fotográficas, inéditas) o por lo menos, hoy corroborable,
a partir de la década de los cuarenta del mismo siglo con los daguerrotipos de
Félix Jacques Antoine Moulin de jovencitas púberes y adolescentes, (motivo, ya
en ese entonces de censura y en su caso, confiscación y cárcel) o las del Barón
Wilhelm von Gloeden de niños
y jóvenes sicilianos de un alto ─a decir por sus historiadores─ componente
homoerótico; pero que a diferencia de su antecesor su rango social lo escudó de
condenas hasta su muerte.
La lista interminable
de autores involucrados en ese género es hasta estos días enorme (Man Ray, Hans
Bellmer, Edward Weston, Emmet Gowin, Bill Brandt, Robert Mapplethorpe,
André Serrano,Deborah Harry, Patty Smit, Helmut Newton, Imogen Cunningham, Jeanloup Sieff, Jan Soudek,
Herb Ritts, quizá entre los más reconocidos), esto habla de su enorme poder de atracción
y consumo.
La fotografía
estética de desnudos ligada inexorablemente a lo erótico será deseada pero
también fuertemente condenada; una paradoja, pues la naturalidad del cuerpo
humano no tendría por qué ser motivo de asombro y confusiones; sin embargo, es
la mirada (perversa) del que observa la que anima a la lascivia o al repruebo,
la que adosa etiquetas y hace de este género sicalíptico motivo de alabanzas y
censuras.
Jim Platel, Chicago
Illinois (1952), avecindado en Chula Vista y Tijuana desde el 2012, un
fotógrafo bastante identificado con la cultura hispana, visible en una serie de
trabajos previos que la aluden (Guatemala, Día de Muertos, México B&N,
Noches en Tijuana, etc.), con los que, desde una mirada ajena al exotismo, da
luz a contextos y tradiciones.
Un artista que
trabaja, sin desplantes existenciales, con la imagen análoga y digital, que aborda
el tema de manera intimista y recurre a escenas simples, por lo general monopersonales,
cuidando el encuadre, la luz y el contexto, buscando una composición
inteligente que brinde otras posibilidades interpretativas y lleve al
espectador a la reflexión.
Todavía encuentra en
el desnudo femenino suficientes pretextos para re-presentarlo; lo viene
haciendo tiempo atrás y ahora, entresaca fotos de viejos archivos, toma nuevas
imágenes y propone esta serie que denomina Sensopercepción.
Curvas, Líneas y luz y que expone al público en La Bohéme, en Tijuana.
Una treintena de
imágenes en blanco y negro que en su bicromía parecen aferrarse al pasado, cubiertas
con un velo de nostalgia, de intimidad y socarronería, con las que hace un
recorrido en tiempo y forma con el cuerpo femenino. Que insinúan, en analogía
con el título, la amalgama de lo sensorial (de donde deviene también lo sensual)
con la percepción; imágenes que se solazan en curvas y líneas visibles por la
luz, como también reza el subtitulo de la muestra, cuyo vector es el cuerpo
(semi)desnudo de modelos, algunas profesionales otras amateurs o amistades que
confiaron en la lente o más bien el ojo de Platel para dejar ver, sin temor ni
repruebo, lo voluptuoso de sus formas, ondulaciones y oquedades.
Poses en su mayoría
insinuantes, rebozadas de una ingenuidad aparente, con la mirada desviada en
una indiferencia teatralizada, pero que en esa recreación dicotómica logran su
objetivo, detener la mirada para que el voyeur
de rienda suelta a la imaginación. Esa es la gracia, magnificencia y
generosidad de la fotografía, la que permite regocijar a sus anchas, anhelos,
inquietudes y lo que la libertad o la censura te permitan.
Tenemos claro que la fotografía
no mimetiza la realidad, que por supuesto no es la realidad, sino que es uno de
los muchos modos, todos convencionales, de representarla; sin embargo, cuando
miramos la imagen presentimos que hay algo mas detrás de la forma y buscamos
esa esencia que nos conecta con el punto (el punctum barthesiano) que genera la emotividad y si acaso la fascinación
y que no necesariamente tiene que ver con lo que el fotógrafo vio al momento de
disparar el obturador, de ahí su encanto; pero también la razón para no
satanizar una foto que muestra genitales, el coito o cualquier otra situación
relacionada con el sexo. Al no ser realidad, no habría porque preocuparse,
habría quizá que repensar las reglas torcidas que rigen sus vidas incompletas.
Si
la imagen, como lenguaje, es capaz de comunicar al público diferentes
sensaciones, sexuales o no, siempre será percibida de manera distinta en cada
espectador y en esa diferencia entran gustos, valores y veleidades, tal se ha
dicho; de
ahí también que si nos preguntáramos donde está la diferencia entre desnudos
eróticos y pornográficos, tendríamos que responder con la misma medida; la
diferencia está justamente en la mente de quien contempla y etiqueta de acuerdo
a su moral o sus principios.
La obra de Jim
Platel, creada para avivar ideas dormidas en la imaginación, tiene todos los
componentes epicúreos que pueden leerse desde la trinchera que el que observa
escoge; desde mi particular percepción lo erótico es pertinente, libera los
demonios, activa neuroreceptores, emociona, proporciona alegría y deja pues, un
buen sabor de boca dispuesto a repetirse.
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