Saturday, April 09, 2016

ARTEFEMENINOOFEMINISTA



  • Arte femenino o feminista,

  • a propósito de la exposición colectiva: En sus propias palabras

(Para Juanita Valdez y Jacqueline Barajas)

Por Roberto Rosique

Hoy no es sorpresa aceptar que el arte está condicionado por una visión determinada del mundo, por la ideología que lo sostiene y el sexo que detenta el poder del saber, de ahí que tampoco resulte extraña la absurda división entre razas, sexo y religión; el arte ha sido el muestrario más claro en el que podemos corroborar tales premisas y quizá sea también el ejemplo más preciso del papel que se le ha otorgado a la mujer en la historia.



Igualmente nos queda claro que la cultura falocéntrica ha sido la causante del desplazamiento de la mujer en el arte a lo largo y ancho de su dilatado transitar, desplazamiento que se bifurca en dos direcciones, las más común o conocida ha sido el endilgado papel protagónico de musa, que como un cliché sexista las objetualiza y reduce a la castrante mirada viril y es, me atrevo a aseverar, el ejemplo más representativo en la aventura del arte formalista (y gran parte del arte actual), y la segunda, la mujer como sujeto creador, que se asoma tímidamente en la historia de las artes plásticas, no por escasez creativa, sino porque su capacidad de emparentarse con cualquier obra etiquetada de Maestra resultaba incómodo y comprometedor reconocer; por ahí podemos encontrar desbalagados algunos nombres, hoy ya emblemáticos: Artemisa Gentileschi, Sofonisba Anguissol, Vigée-Lebrun, Judith Leyster, Mary Cassat, Berthe Morisot, Helen Chadwick, Sonia Delaunay, Leonora Carrington, Frida Kahlo, Helen Frankenthaler y tantas más; a los que se sumarán un número importante surgido de los movimientos emancipatorios femeninos de mediado del siglo pasado: Miriam Shapiro, Judy Chicago, Valérie Jaudon, Tony Robbin, y los numerosos grupos activistas, volcadas a hacer un arte político, hecho por mujeres, sobre las mujeres y su situación social.

Hasta aquí, si bien las creadoras no eran numéricamente significativas y constituían una excepción, será a partir de este periodo que comienza la construcción de una historia paralela con el arte erigido por el hombre; una labor, además, visibilizada por los esplendidos textos críticos de Lucie Lippard, Rosalin Krauss, Eli Bartra, Whitney Chadwick, Linda Nochlin, Patricia Mayayo, entre otras plumas también importantes.

El listado de mujeres ocupando curules significativos en el arte de hoy se hace interminable, quienes no dejan de luchar con esta cultura sexista y nos recuerdan constantemente que no hay arte neutro, inocente ni apolítico.

En sus propias palabras, es el título de la muestra colectiva ejemplificada por veintiún artistas mexicalenses, en la que destaca la figura señera de Ruth Hernández, Maricela Alvarado y Odette Barajas, y donde se extrañan los volúmenes geométricos y las formas híbridas de Juanita Valdez, así como la voz dramática y contundente de Jaqueline Barajas; se suman a ellas un listado importante de creadoras: Aida Corral, Alejandrina Núñez, Carmen Monjaraz, Edna Avalos, Gabriela Badilla, Gabriela Buenrostro, Jocelyn Jota, Karina Venegas, Karla Paulina Sánchez, Marisol Valdez, Martha Elena G. (Paulette), Nicolasa Ruiz, Norma Campos, Patricia Medellín, Paulina Jumilla, Roxana Gómez, Virinia Lizardi, Volts, aunque desconocidas para mí, la fuerza de su producción habla de su largo recorrido por estos entramados artísticos.

Un muestrario en cuyo título lleva implícita la dedicatoria y su condición femenina, tal como se indica también en su texto de presentación: “… reflejan una postura personal […] y que a su modo defienden su lugar”, y deja entrever con cierta timidez el accionar feminista “Su arte es este que sin aspavientos hace énfasis en algo que debemos recordar y defender, el derecho de todo ser a pensar, a decir, a crear”. Un espíritu que puede leerse en cada una de las obras expuestas, cuyo compromiso feminista no se asume con la fuerza requerida; no obstante que en la invitación da cuenta o hace suponer una exposición con estas características y no es para menos conjeturarlo cuando en el plano primero encontramos la figura sesentera de una joven mujer trabajadora del hogar, (a decir por la pañoleta que cubre su cabello); obrera por el atuendo (la camisa proletaria), mostrando amenazante su fuerza con el puño cerrado, dejando ver intencionadamente en la cara frontal del antebrazo derecho su tatuaje icónico del poder femenino (símbolo alemán de los setenta), que si bien es una imagen en la que modifican el texto original “We can do it!” por iconos lingüísticos, no deja de reflejar la condición discriminatoria y separatista que tanto ha cuestionado del machismo.



Una imagen, desde mi apreciación, poco afortunada en ese sentido, pues hace olvidar que el feminismo planteado por mujeres que, tras analizar la realidad vivida y tomar consciencia de la discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y deciden acabar con ella, dejan claro que hombres y mujeres son iguales en derechos y libertades; que a diferencia del machismo prejuicioso basado en la falsa creencia que el hombre es superior a la mujer, éste es soberanamente discriminatorio.



Una muestra ecléctica y heterogénea que da cuenta de la plástica formalista, en este caso con pinturas, gráfica y fotografía de hechuras y formatos diversos, con ciertos acercamientos a lo objetual a través de piezas tridimensionales intimistas y algunos escarceos instalacionistas donde el eje de lo conceptual se hace evidente.



Me parece que es pertinente celebrarla en la medida que hacen presencia en esta cultura misogina que de una u otra forma ha contribuido al aislamiento de la artista; porque reclaman sus derechos y exigen respeto con su producción personal; por el hecho de asumir un espíritu colaboracionista intergeneracional, que eso es ya mucho decir en esta sociedad sectaria. Sin embargo creo que el reto quedó reducido a intento con este muestrario de objetos artísticos que en su inmediatez con el gusto se diluyó lo contestatario que le daría dirección y sentido, y donde los pequeños formatos parecen recalcar el cliché cansino de que femenino es equivalente a exquisitez, delicadeza, pequeñez y se perdió la oportunidad de mostrarse sin caretas con obras, porque no, explosivas que den fe del enorme potencial creativo de la mujer; que no aprovecharon el desafío de los grandes formatos, lo voluminoso y espacial de la escultura y la instalación, que aun cuando tampoco es indispensable sí son recursos valiosos para mostrar su discurso a plenitud, para hablar cara a cara con la sociedad y decirle de qué está hecho lo femenino y del porqué lo absurdo de su estúpido reduccionismo a segundo término.



Las voces están ahí, en sus propias palabras, diversas, animadas en su intimidad, mostrando sus cualidades, pero las encontré, en su reducido espacio expositivo, apagadas, casi un murmullo de lo que implica su justo y necesario reclamo.



Finalmente diría que fue un buen ensayo del que saldrán seguramente otras propuestas y nos darán la oportunidad ver esa otra cara, realmente cansada de los estereotipos, de las conductas complacientes y frívolas con las que frecuentemente caracterizan a la mujer, esa otra faceta de su realidad creativa y que ya no es posible invisibilizar.




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