?Qué cenarán esta Navidad las familias de los 43 desaparecidos y asesinados de Ayotzinapan?
La fiebre y el paroxismo de las fiestas navideñas se han
adueñado de este México saleroso y el mundo celebra desaforadamente entre la
indiferencia y el importamadrismo, que aun cuando es lo mismo, para los mexicanos,
lo segundo tiene otras connotaciones. Los días amargos de la barbarie cometida
contra estudiantes en Ayotzinapa está quedando en el olvido de este país con
memoria de teflón. Comeremos pavo, jamones, quesos, tamales, mole, romeritos,
tacos, barbacoa, guacamole y todo lo que se nos ocurra; en Los Pinos, la Cena
del 24, será sin duda opípara, sobrada de vinos y licores. Los regalos en la
casa de los humildes (una forma elegante de decir miserables) estarán ausentes;
en las casas de la clase media serán de cosas insulsas, baratijas chinas y ropa
de segunda; en la clase media acomodada será de celulares, pantallas de plasma
y juegos electrónicos, y en Los Pinos, sin duda sobrados de donativos de lujo,
casitas blancas, Jaguares y Mercedes. Nada de esto es novedad para este México
futbolero, ignorante y pobre, que vive su vida como una frívola telenovela
pinchurrienta de Televisa o Tv Azteca.
Aun con todo esto a cuesta, y la desvergüenza que
acarreamos desde hace un chingo de años por ser un país conformista y timorato,
no debemos olvidar lo sucedido en el 68, Aguas Blancas, Tlalaya, Ayotzinapa y
tantos lugares más, donde la dignidad fue pisoteada y la vida de inocentes arrebatada
por el sólo hecho de reclamar lo que es justo, lo que es de ellos y alzaron la
voz para sacudirse un poco la impotencia y el cansancio de vivir servilmente. Asesinados
todos sin que alguno de los culpables (POLICIAS, EJERCITO y GOBIERNO) pagaran
por los exterminios. Es lo que NO DEBEMOS OLVIDAR, y aunque parezca cliché para
algunos, la dignidad es lo único que queda de esta sociedad mocha, corrompida y
gris; mantengámosla en alto como un bastión de esperanza para cuando
despertemos de esta somnolencia soez.
Si en esta Navidad hay humor todavía para celebrar algo
(que importa la religión), hagámoslo pensando en estas familias que lo
perdieron todo (sus hijos, esposos y hermanos) y en la Negra Navidad que tendrán
que pasar las consciencias pútridas de los culpables, (aunque oculten su
indiferencia entre risas, coca, alcohol y regalos ostentosos), para ellos, como
dicen en mi pueblo, que CHINGUEN A SU MADRE.
Roberto Rosique