Para mi hermana que finalmente se decidió formar parte de estas redes (a)sociales.
Bueno, nada de otro mundo. Hoy te inscribes en un espacio (herramienta) lamentablemente mal empleado. Que debiera aprovecharse como recurso para transmitir conocimiento, para reflexionar sobre problemas sociales y posibles soluciones; para tratar de entender ─por lo menos─ quiénes somos, a dónde vamos, qué queremos o qué acción positiva hicimos el día de hoy. Pero no es así.
La red social se convierte en un mundillo de dimes y diretes, donde se ventilan chismes, malas vibras, tonterías y sobre todo ignorancia; una brutal ignorancia que se manifiesta desde las más absurdas faltas ortográficas, un descomunal desconocimiento sobre lo esencial de cualquier escritura y su exiguo nivel cultural. Pero ello sí, una erudición actualizada, reducida a las patrañas de la farándula y a su sector telenovelero.
Un triste e insolente fanatismo que refleja su inseguridad y la ilusión fundada en una fe ciega que ni ellos comprenden y que además, se jactan pregonar con inmodestia atribuyéndole milagros por este medio.
Una desfachatez divulgada mediante fotografías familiares o íntimas como si al mundo le interesara la pobreza de su condición social, física y moral.
La petulancia de subir imágenes arrogantes que sólo muestran sus visión miópica de la vida o su gusto jabonero, su pobreza intelectual y su miseria espiritual, y cuando estas creen ser superadas la gritan al mundo (con imágenes) de sus viajes de placer, arropados por el calor de las copas, de las velas, de los pasteles, de sus novias, amantes, hijos o amigos, de los sitios en los que siempre quisieron ir, generalmente lugares trillados (valiosos a la vista de un turismo rancio).
Sin embargo, las redes sociales serán la ventana que permitirá a historiadores definir con entera precisión la mediocridad y decrepitud de una sociedad imbuida en su ignorancia, que cree que por tener acceso a Internet todos estamos obligados soportar sus gansadas.
Pese a todo hay excepciones, y esa es la única razón que en verdad les da sentido a estos sitios, pero esto, es otro cantar.
Así que hermana querida no te habías perdido de gran cosa.
Roberto Rosique
Bueno, nada de otro mundo. Hoy te inscribes en un espacio (herramienta) lamentablemente mal empleado. Que debiera aprovecharse como recurso para transmitir conocimiento, para reflexionar sobre problemas sociales y posibles soluciones; para tratar de entender ─por lo menos─ quiénes somos, a dónde vamos, qué queremos o qué acción positiva hicimos el día de hoy. Pero no es así.
La red social se convierte en un mundillo de dimes y diretes, donde se ventilan chismes, malas vibras, tonterías y sobre todo ignorancia; una brutal ignorancia que se manifiesta desde las más absurdas faltas ortográficas, un descomunal desconocimiento sobre lo esencial de cualquier escritura y su exiguo nivel cultural. Pero ello sí, una erudición actualizada, reducida a las patrañas de la farándula y a su sector telenovelero.
Un triste e insolente fanatismo que refleja su inseguridad y la ilusión fundada en una fe ciega que ni ellos comprenden y que además, se jactan pregonar con inmodestia atribuyéndole milagros por este medio.
Una desfachatez divulgada mediante fotografías familiares o íntimas como si al mundo le interesara la pobreza de su condición social, física y moral.
La petulancia de subir imágenes arrogantes que sólo muestran sus visión miópica de la vida o su gusto jabonero, su pobreza intelectual y su miseria espiritual, y cuando estas creen ser superadas la gritan al mundo (con imágenes) de sus viajes de placer, arropados por el calor de las copas, de las velas, de los pasteles, de sus novias, amantes, hijos o amigos, de los sitios en los que siempre quisieron ir, generalmente lugares trillados (valiosos a la vista de un turismo rancio).
Sin embargo, las redes sociales serán la ventana que permitirá a historiadores definir con entera precisión la mediocridad y decrepitud de una sociedad imbuida en su ignorancia, que cree que por tener acceso a Internet todos estamos obligados soportar sus gansadas.
Pese a todo hay excepciones, y esa es la única razón que en verdad les da sentido a estos sitios, pero esto, es otro cantar.
Así que hermana querida no te habías perdido de gran cosa.
Roberto Rosique
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