Rubé García Benavides.
Autoretrato
óleo/fortoflex
Y hablando de buenos amigos, el sábado
pasado el CEART Tijuana invitó al Maestro Rubén García Benavides como el artista
con trayectoria de esta semana para que nos hablara de su vida y obra.
Presentado por Fernando García Rivas (otro mexicalense también con trayectoria)
de una manera informal, sin tantas adjetivaciones y con un discurso parco, para
cederle la palabra al Maestro.
Escuchamos a Rubén exponer su
trayectoria con la emoción que siempre lo embarga cuando de arte se trata el
asunto. Una charla llena de anécdotas y recuerdos que al hilvanarlos permitía
entender el porqué de sus cambios y atisbar hacia donde se dirige su evolución
creativa.
Mostró los puntos sustanciales de
su producción sin escatimar detalles, enfatizó en la forma en que estructura y
desarrolla el tema en sus pinturas. Habló con vehemencia de las Marianas y el
porqué de sus senos y caderas; en fin, dio pormenores de su producción y hasta ahí,
nada que objetar. No existen elementos para hacerlo, su obra es el puntal de
sus discursos, de eso no hay dudas; pero su trabajo planteado desde la reflexión
se sostiene solo ante la mirada y el
juicio de cualquiera.
La obra de Rubén García Benavides
no requiere de justificaciones conceptuales para mostrarse en sus alcances, que
desde mi modesta apreciación, es una de las pocas producciones plásticas del
Norte del territorio mexicano que se mantienen ─en su grandeza─ transversalmente
desde sus orígenes hasta el día de hoy, (otras serían las de Marta Palau y Ernesto
Muñoz Acosta).
Las cosas hasta ahí, sin
complicaciones. Fue tan solo una pregunta que el excelente dramaturgo Tomás
Urtusástegui, a quien el teatro mexicano, junto con otros grandes escritores,
le debe su reconocimiento ante el mundo; quien había dado una conferencia
magistral el día anterior en esta institución, presentado por otra de las
plumas mas sobresalientes de la dramaturgia mexicana, el tijuanense Hugo
Salcedo (por cierto con una inexplicable ausencia de alumnos y maestros de la
Escuela de Teatro de la UABC) y que simplemente preguntó a Benavides, como veían
sus obras el día de hoy los artistas jóvenes. La respuesta clara de Rubén dio
pie a un discusión entre la fauna plástica asistente, Por un lado, los que cuestionan
y no aceptan las posturas emergentes, por otro, los que confunden términos con
tendencias y en otro extremo, los que marcamos un rotundo desacuerdo a la
manera tan ligera de descalificar.
Tal vez no tenga sentido recordar
esto ya que solo fue un momento de emoción y arrebato y en verdad no me
interesa polemizar sobre ello. Cada quien desde su trinchera tiene el
irrestricto derecho de pensar lo que quiera y decir lo que le plazca. Sin
embargo cuando la opinión rebasa lo personal y se hace pública, se vuelve por
tanto asunto de quienes la escuchamos o leemos y nos da el mismo derecho de
refutarla si lo consideras pertinente y en ese sentido, únicamente apuntaría que
el hábito de externar sentimientos, gustos, tendencias y descréditos, sin un ápice
de razón ni fundamento más que el protagonismo, deberá por sanidad mental desterrarse
de nuestro cotidiano accionar.
Juzgar el arte eternamente desde
la visión modernista, hará siempre imposible ser equitativo en la apreciación de
una obra postmoderna; los parámetros son diametralmente opuestos y por tanto
inaplicables en ambos bandos; de ahí que ante cualquier arrebato deba
anteponerse la prudencia. La sensatez es la medida que atempera nuestra
ignorancia y la que también deberá llevarnos de la mano hacia el entendimiento
y la tolerancia; pero para ello es forzoso entender que diablos pasa en el
mundo y eso no te lo enseña Televisa
ni El Mexicano o El Zeta, hay otras lecturas que se hacen necesarias para entender
donde nos encontramos, para opinar en la medida de nuestras reflexiones
fundamentadas y ser, en la medida de lo posible, más justos.
Roberto Rosique
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