la vida inexorablemente cumple ciclos y a veces uno quisiera que estos se cerraran mucho después de tu partida, pero no es así.
Helga deja una obra sólida y mucha tristeza en los corazones sonorenses, de eso no existen dudas. Seguramente pronto estaremos con ella regocijándonos de las barbaridades de la vida. Descansa en paz amiga querida.
Helga Krebs: de lo indisoluble entre intelecto y obra
Para Julio Montané
por la charla y el vino que nos convidó en su casa.
La unidad entre la obra plástica y el razonamiento del artista, que por lógica se considera indisoluble, suelen por lo común estar distantes, al grado de parecer ajenas una de otra en el pintor novel o en el que se ejercita muy poco en el oficio; otras veces ausentes también, en individuos que llevan años practicándolo, pero dada su fragilidad intelectual, la pobreza de su información y la falta de búsqueda, a la que debe estar sometido todo artista, les impide sortear sus deficiencias, manifestándose éstas, en una obra carente de propuesta y contenido, reduciéndose todo ello, a un trabajo sencillamente insustancial, similar a su actitud ante la vida. Es pues a mi entender, una condición de honestidad y de plena identificación del autor con su oficio que no puede ser incidental, sino deliberada; aunque la incompetencia muchas veces, justifique como estilo la ausencia de esta concordancia.
En el caso del trabajo artístico de Helga Krebs, la afinidad entre intelecto y obra las convierte en unidad, es decir, la resolución estética que ofrece la obra plástica de Helga se encuentra inseparablemente en relación con su forma de pensar. Basta entablar una plática con la autora o leer algunas de sus reflexiones que motivan la creación de sus obras para, después de observar sus trabajos, constatarlo.
Helga Krebs, alemana de ciudadanía chilena, radica en México desde 1974 y hace más de una decena de años avecindada en Hermosillo, Sonora, se ha dado a la tarea de enriquecer con su trabajo la pasividad cotidiana de ese rincón norteño y en varias ocasiones, la displicencia cultural de estas ciudades fronterizas bajacalifornianas. Artista que atraviesa por una de las etapas más ricas de la experiencia creativa: “la madurez”, nos ofrece una obra actual, alejada de la contaminación comercial que deja ver un futuro de justo reconocimiento. No obstante esa definición —jamás laudatoria— sigue imperando en su persona, la sencillez que siempre la ha caracterizado.
Helga, escribe en un catálogo para una de sus exposiciones —con relación al proceso creativo— “Otras veces será servirse de ese cúmulo sensorial para ir poco a poco indagando, debajo de la superficie, lo que quizás podría haber más adentro de la percepción inmediata; intentar descubrir por donde viene la aventura misteriosa de sentir la realidad exterior fusionándose con las irradiaciones de la vida interna y la memoria; Cómo se va reuniendo la vigilia con las ensoñaciones, los amores con los horrores, la dulzura de un cálido contacto humano o animal con algún arrebato de canibalismo; el deseo de paz con la necesidad de ciertos sacrificios o infiernos; en fin, la milenaria controversia entre el orden y la rebelión…” Helga pinta sus pensamientos con tal afinidad, que sólo el persistente ejercicio, el abrevar en otras expresiones culturales, el convencimiento de lo imperativo de la buena voluntad sobre la necedad (enriquecido todo ello, por una vida que ha recorrido senderos difíciles entre la represión y la amistad, el amor y el odio, la riqueza y la pobreza), hacen posible el afortunado final de sus obras.
La obra de Helga Krebs, “compleja”, para algunos, pero enormemente sugerente para la mayoría, no es más que el fruto de la búsqueda constante de formas originales para expresarse; es la frecuente manera de manifestar su inconformidad con los absurdos que nos rodean; es agradecer también, —porque no— el inmenso placer que le producen los breves momentos de amor y de amistad.
El dibujo es el sustento que da pie a la obra colorida de Helga, cada trazo está exactamente donde planeó estarlo y sin caer jamás en la rigidez anatómica, metamorfosea sus imágenes con sutileza, hasta formar el carácter que desea defina a la composición. La autora, enriquece con frecuencia sus lápices y acrílicos con la textura del amate y la interiorización que da la imagen radiográfica, revitalizando de esa manera a sus personajes. No conforme, pone en evidencia la mecanización a que nos somete la tecnología y el consumismo utilizando piezas de artefactos eléctricos. Este juego de elementos los fracciona, les va creando planos para resaltar la corporeidad, acentuar el dramatismo y configurarles su personalidad. Cada trabajo de Helga, es una obra de teatro, un libro abierto, una danza incansable o una película de los avatares de la vida, siempre musicalizada por la necesidad del qué decir.
Las ineludibles referencias kafkianas o las rememoraciones baconianas producen en sus obras una enorme carga de contenido, que va sintetizando en cada espacio para conformar finalmente una obra cuya morfología denota el rico intelecto del autor. Morfología que da origen a lenguajes variados, permitiéndole ampliar los márgenes de interpretación al espectador y de esa manera, volverse una obra nueva en cada mirada.
La obra plástica de Helga Krebs, evocando en su apellido al ciclo bioquímico vital de esta vida, se vuelve indispensable también para entender un poco la compleja condición humana y revivificar, de ser posible, al espíritu que nos alienta a crecer y a ser mejores.
-Referencias:
Para Julio Montané
por la charla y el vino que nos convidó en su casa.
La unidad entre la obra plástica y el razonamiento del artista, que por lógica se considera indisoluble, suelen por lo común estar distantes, al grado de parecer ajenas una de otra en el pintor novel o en el que se ejercita muy poco en el oficio; otras veces ausentes también, en individuos que llevan años practicándolo, pero dada su fragilidad intelectual, la pobreza de su información y la falta de búsqueda, a la que debe estar sometido todo artista, les impide sortear sus deficiencias, manifestándose éstas, en una obra carente de propuesta y contenido, reduciéndose todo ello, a un trabajo sencillamente insustancial, similar a su actitud ante la vida. Es pues a mi entender, una condición de honestidad y de plena identificación del autor con su oficio que no puede ser incidental, sino deliberada; aunque la incompetencia muchas veces, justifique como estilo la ausencia de esta concordancia.
En el caso del trabajo artístico de Helga Krebs, la afinidad entre intelecto y obra las convierte en unidad, es decir, la resolución estética que ofrece la obra plástica de Helga se encuentra inseparablemente en relación con su forma de pensar. Basta entablar una plática con la autora o leer algunas de sus reflexiones que motivan la creación de sus obras para, después de observar sus trabajos, constatarlo.
Helga Krebs, alemana de ciudadanía chilena, radica en México desde 1974 y hace más de una decena de años avecindada en Hermosillo, Sonora, se ha dado a la tarea de enriquecer con su trabajo la pasividad cotidiana de ese rincón norteño y en varias ocasiones, la displicencia cultural de estas ciudades fronterizas bajacalifornianas. Artista que atraviesa por una de las etapas más ricas de la experiencia creativa: “la madurez”, nos ofrece una obra actual, alejada de la contaminación comercial que deja ver un futuro de justo reconocimiento. No obstante esa definición —jamás laudatoria— sigue imperando en su persona, la sencillez que siempre la ha caracterizado.
Helga, escribe en un catálogo para una de sus exposiciones —con relación al proceso creativo— “Otras veces será servirse de ese cúmulo sensorial para ir poco a poco indagando, debajo de la superficie, lo que quizás podría haber más adentro de la percepción inmediata; intentar descubrir por donde viene la aventura misteriosa de sentir la realidad exterior fusionándose con las irradiaciones de la vida interna y la memoria; Cómo se va reuniendo la vigilia con las ensoñaciones, los amores con los horrores, la dulzura de un cálido contacto humano o animal con algún arrebato de canibalismo; el deseo de paz con la necesidad de ciertos sacrificios o infiernos; en fin, la milenaria controversia entre el orden y la rebelión…” Helga pinta sus pensamientos con tal afinidad, que sólo el persistente ejercicio, el abrevar en otras expresiones culturales, el convencimiento de lo imperativo de la buena voluntad sobre la necedad (enriquecido todo ello, por una vida que ha recorrido senderos difíciles entre la represión y la amistad, el amor y el odio, la riqueza y la pobreza), hacen posible el afortunado final de sus obras.
La obra de Helga Krebs, “compleja”, para algunos, pero enormemente sugerente para la mayoría, no es más que el fruto de la búsqueda constante de formas originales para expresarse; es la frecuente manera de manifestar su inconformidad con los absurdos que nos rodean; es agradecer también, —porque no— el inmenso placer que le producen los breves momentos de amor y de amistad.
El dibujo es el sustento que da pie a la obra colorida de Helga, cada trazo está exactamente donde planeó estarlo y sin caer jamás en la rigidez anatómica, metamorfosea sus imágenes con sutileza, hasta formar el carácter que desea defina a la composición. La autora, enriquece con frecuencia sus lápices y acrílicos con la textura del amate y la interiorización que da la imagen radiográfica, revitalizando de esa manera a sus personajes. No conforme, pone en evidencia la mecanización a que nos somete la tecnología y el consumismo utilizando piezas de artefactos eléctricos. Este juego de elementos los fracciona, les va creando planos para resaltar la corporeidad, acentuar el dramatismo y configurarles su personalidad. Cada trabajo de Helga, es una obra de teatro, un libro abierto, una danza incansable o una película de los avatares de la vida, siempre musicalizada por la necesidad del qué decir.
Las ineludibles referencias kafkianas o las rememoraciones baconianas producen en sus obras una enorme carga de contenido, que va sintetizando en cada espacio para conformar finalmente una obra cuya morfología denota el rico intelecto del autor. Morfología que da origen a lenguajes variados, permitiéndole ampliar los márgenes de interpretación al espectador y de esa manera, volverse una obra nueva en cada mirada.
La obra plástica de Helga Krebs, evocando en su apellido al ciclo bioquímico vital de esta vida, se vuelve indispensable también para entender un poco la compleja condición humana y revivificar, de ser posible, al espíritu que nos alienta a crecer y a ser mejores.
-Referencias:
- Muestra expuesta en la galería de la Ciudad de Tijuana del IMAC
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--Publicado en el suplemento cultural El Solar del periódico La Crónica de Mexicali, B. C. domingo 10 de oct. del 2000.
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--Publicado en el suplemento cultural El Solar del periódico La Crónica de Mexicali, B. C. domingo 10 de oct. del 2000.
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