(by Rosique, acero, esmalte rojo, 12 ft.)
En Estrategias fatales (1983), Jean Baudrillard afirmaba que la violencia, la miseria y la ignorancia no han desaparecido de la sociedad contemporánea, sino que forman parte de su realidad cotidiana aunque los individuos terminen por no percibirla; las "estrategias fatales" que menciona consisten en el apaciguamiento de toda rebelión por medio de la amplificación de sus aspectos negativos, que parecen desde entonces ineluctables. Según Baudrillard, el mundo contemporáneo se caracteriza por un proceso de desmaterialización de la realidad: la mirada del hombre ya no se dirige hacia la naturaleza, sino hacia las pantallas de televisión; la comunicación se ha convertido en un fin en sí misma y en un valor absoluto.
Cómo desligar al arte de esa careta de insustancialidad, de esos valores artificiales que lo sustentan, de la parafernalia que lo arrincona en la triste decoración, ¿cómo?. Si todos estos procesos que han, prácticamente, desmaterializado la realidad se coadyuban con lo antes dicho aceptaríamos lo anodino del arte, pero dentro del mismo fatalismo baudrillardiano hay muestras contundentes de dignidad, de preocupación por los semejantes, de intolerancia a la corrupción y del hartazgo al conformismo, vemos entonces al arte también como una opción para los cambios y en el reproche un camino para encontrar soluciones, aún cuando la comunicación se haya convertido en un fin en sí misma y en un valor absoluto, revertir ese efecto depende en gran medida del arte; por lo menos, ese es mi convencimiento
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