“La historia es memoria y como tal (casi)no olvida; no
obstante, un desliz no deja de ser desliz, y una barbaridad también”.
Cuando escribí este encabezado para reproducir
y replicar la nota publicada a las 20:38 horas del 30 de mayo del 2022 por Oscar
Roberto López Bonilla titulada “Un día histórico para la UABC”, respecto a la modificación
del lema universitario: Por la realización plena del hombre / modificado a /Por
la realización plena del ser.
Debí ser más explícito,
pues mis palabras llevaban la doble finalidad de recordar que un desliz no
deja de ser un desliz, lo que en palabras cristianas cuestionaban el
reductivo propósito del o los creadores del lema, seguramente nunca mal
intencionados; no obstante, leído hoy a la distancia con las exigencias justas que
se tienen por la equidad y cuestionando (he de suponer) lo absurdo del género, la
decisión tomada por autoridades, representantes administrativos y alumnos
modificándolo daba pie a encomios y disconformidades tal como podía leerse en la
nota explicita y argumentada de López Bonilla quien brindaba igualmente una opinión
personal, que como tal se respeta, pero que en mi encabezado buscaba también impugnarla
pues, asumo de nueva cuenta que, una barbaridad, tampoco deja de ser una
barbaridad.
Casi de inmediato se
hicieron presentes algunos lectores con respuestas encontradas, con
interpretaciones también muy particulares a mi breve comentario que solo me
dice lo variable que pueden ser estas (las palabras), más aún cuando puede
haber de por medio una doble intención; de ahí también que las interpretaciones
dependerán desde qué cristal se miren (lean) o se quieran mirar, de la preocupación
o justificación que las origina y justifican en posturas válidas, a las que, después
de todo, no hay nada que cuestionarles. Nada realmente de otro mundo.
Pese a todo lo que
dije (en 23 palabras), entendido o mal entendido, creo que abrió una excelente
oportunidad para el diálogo y no para remplazar lo viejo por lo nuevo en un
lema que decimos nos enorgullece de ser cimarrones sino para replantearnos la realidad
del camino que queremos construir en nuestra universidad, un recorrido que debe
sustentarse en realidades formativas, no para que el egresado sea únicamente rico
sino para que sea un individuo responsable, propositivo y crítico y nunca más el
eterno reproductor de un sistema que solo ha beneficiado a unos pocos y que
mantiene al país en vilo entre la corrupción y la pobreza.
Es una gran
oportunidad para que el Modelo Epistemológico Educativo que nos rige se revise a
cabalidad para ver donde fallamos y de ser necesario reconstruirlo por otro más
propositivo que sea verdaderamente el vehículo para formar individuos con
misiones más equitativas y justas, que podamos comprobarlo más allá de la
palabra escrita que solo dice y ofrece en tanto en la realidad social no se ejemplifica.
Es una excelente
oportunidad para revisarnos como docentes, para reconocer lo que nos conforma más
allá de las exigencias de un currículo, de un contenido educativo; para medir
autoridades si cumplen o no con el espíritu universitario, si todos dejamos de
mirarla como “mina de oro” y reconocer nuestra verdadera responsabilidad actuando
en los hechos.
Es una óptima oportunidad para esto y para muchas cosas más que no deben
ser distraídas con algo que la lógica universitaria supone entender
perfectamente que es la equidad, la inclusión y el respeto.