Cierto es que estoy dando un salto abismal entre mi última nota a cerca de mi amiga Helga y estas celebraciones que cada vez me convencen más de lo innecesario y cada vez más confirman las rotundas verdades de Guy Debor y Baudrillard de vivir en una sociedad, consumista insaciable, rencorosa y bélica; atormentada por modas y novedades insustanciales, que llena sus vacios con nimiedades y regalos superfluos y que no se cansa de mentirse a ella misma. Estas fechas tampoco pueden ser propiedad de religiones que te exigen recogimiento y oraciones, y al mismo tiempo el diezmo, bajo el pretexto de conmemorar el nacimiento de Jesús y asegurarte un lugar en el cielo. Gran parte de las notas que me han enviado para felicitarme por estas fechas van edulcoradas con sermones religiosos, curiosamente que ni ellos mismos creen y menos profesan.
¿De qué se trata me pregunto?
No cabe duda que la mentira de tanto repetirla tiende a convertirse en verdad (sin embargo no deja de ser mentira).
Pero bueno, no es para tanto, con mis elucubraciones o sin ellas seguiremos celebrando la navidad.
¿De qué se trata me pregunto?
No cabe duda que la mentira de tanto repetirla tiende a convertirse en verdad (sin embargo no deja de ser mentira).
Pero bueno, no es para tanto, con mis elucubraciones o sin ellas seguiremos celebrando la navidad.