Thursday, December 24, 2009

Y qué de lo abyecto en el arte


Robert Mapplethorpe, Self-portrait, 1978. Hermann Nitch, Die Aktionen, 1962 y Piero Manzoni, Mierda de artista, 1961.



Annie Spinkles, Public Cervix Announcement, 1990. Joel-Peter Wilkin, Feast of fools, 1990. Teresa Margolles, Catafalco, 1997 y Andes Serrano, Piss Christ, 1987.

Y qué de lo abyecto en el arte

Por Roberto Rosique

El arte que no cuestiona difícilmente lo separamos del decoracionismo, lo que probablemente no sea tan grave (para muchos), pero si lo que el arte persigue es emanciparse a lo estático y a lo flemático, deberá indagar sobre lo existente y atreverse a subvertir limites; ese aliento es el que nos lleva al cambio, de ahí lo interesante de lo abyecto que cuestiona violentamente al yo, sus límites, a su estabilidad y todo aquello que perturba un orden en general.

La crítica búlgara Julia Kristeva en su libro Poderes de la perversión (1989), vincula lo abyecto con lo perverso, lo sucio, aquello que nos produce repulsión. Describe la expulsión de lo considerado abyecto como una condición necesaria para la formación sexual, psicológica y social de la identidad. El niño debe renunciar a una parte de sí para transformarse en "yo". Serán los padres quienes se encarguen de enseñarle lo que debe ser rechazado y lo adiestrarán para ser un hombre pulcro (Tiene que aprender que los fluidos corporales, naturales como los orines, el excremento y el vómito son sustancias sucias y no objetos de placer). Coincidentemente para el crítico norteamericano Hal Foster (Retorno a lo real, 2001): lo abyecto manifiesta la fragilidad del pasaje temporal entre el cuerpo materno y la ley del padre.

Kristeva (1989), conecta lo abyecto con tres fases del proceso constitutivo: la oral, la anal y la genital: comida/residuos (oral), desechos corporales (anal), y signos de la diferencia sexual (genital) y supone por tanto que lo abyecto, en forma sublimada, es parte del arte, la literatura, los rituales religiosos y aquellas formas de comportamiento sexual que la sociedad tiende a rechazar. Se conecta con las prácticas transgresivas en general, con la experiencia de cruzar límites y manejar prohibiciones. Sostiene que la abyección es lo que perturba identidad, sistema y orden. Lo que no respeta bordes, posiciones, reglas. Foster (2001), llega a conclusiones similares: Tanto espacial como temporalmente, la abyección es la condición en la cual la identidad se encuentra perturbada, donde se produce un colapso del significado. De ahí la atracción que ejerce sobre artistas de vanguardia, que quieren perturbar tanto el orden del sujeto como el de la sociedad.

Consiguientemente, si el artista persigue subvertir el orden, al refugiarse en lo abyecto, éste le será un recurso práctico y efectivo (al enfrentar al espectador con lo real persigue una respuesta inmediata tanto física como emocional), así que exponerlo al cuerpo explicito, a sus excreciones, efluvios, creencias, anhelos y frustraciones, sin retoques, sin sombras ni ocultamientos, provoca que esa obra "repugnante" nos gire los tornillos, abra una ventana en nuestra consciencia y hurgue en ella; estoy convencido que al compararla con esta cruda realidad la encontraremos menos transgresora que la brutalidad que nos rodea, menos grosera que nuestra indiferencia por la insultante miseria que permea y arropa a la mayor parte de la población mundial. El arte es una maravillosa caja de Pandora que permite, al destapase, dejar salir muchas de nuestras pendejadas y estupideces, así como acciones que venturosamente nos exhortan a rectificar rumbos. Así de generoso es.

Referencias.

_ Foster Hal, El retorno de lo real (2001), Madrid, Akal.

_ Kristeva, Julia (1989). Poderes de la perversión. México Siglo XXI editores.