UNA FACULTAD DE ARTES SECUESTRADA
(Un coto de poder que no tiene parangón en estos cambios supuestos de la Cuarta Transformación)
UNA LARGA Y PENOSA HISTORIA UNIVERSITARIA PARA CERRAR EL AÑO
Vivimos tiempos de cambio, en los que se promete dejar atrás la corrupción, sancionar los actos discriminatorios, priorizar el respeto a los derechos humanos, garantizar la protección laboral de los empleados como un compromiso de los empleadores, y erradicar las imposiciones arbitrarias de las jerarquías. Según la Cuarta Transformación, vivimos una era de reforma con un gobierno que se define como modelo humanista.
La Universidad Autónoma de Baja California (UABC) también se identifica con este enfoque humanista, como lo establece el currículo de su modelo educativo. En este marco, el docente se concibe como facilitador, gestor y promotor del aprendizaje, mientras que la administración asume un rol de apoyo para consolidar dicho modelo. Su objetivo es operar de manera eficiente, ágil, oportuna y transparente, contribuyendo al desarrollo de la infraestructura académica necesaria para responder a las necesidades formativas de los actores principales del proceso educativo.
Sin embargo, la realidad es distinta, al menos en lo que respecta a la Facultad de Artes Tijuana (FAT) de la UABC. En este contexto, todos esos principios rectores se aplican de manera discrecional, y las autoridades superiores parecen mostrar poco interés en que se cumplan y se actúe en concordancia a lo establecido.
Soy Roberto Rosique, artista plástico-visual, escritor, crítico de arte, curador, investigador independiente y maestro fundador de la Escuela de Artes, hoy Facultad de Artes, donde he sido profesor de materias teóricas y talleres durante sus 21 años de existencia. A lo largo de este tiempo, he formado parte del Consejo Técnico Universitario en distintas ocasiones y actualmente soy integrante de la Comisión Dictaminadora de nuestra institución, cargos honoríficos que he desempeñado con apego y responsabilidad.
Soy maestro en Educación y doctor en Pedagogía Crítica, ambos grados obtenidos con mención honorífica. En 2011, formé parte de la comisión encargada de la renovación de los planes de estudio y he abogado durante años por una nueva actualización de estos. Sin embargo, no fui considerado para la más reciente comisión que implementó los cambios en los planes de estudio aplicados en el primer semestre de 2024, a pesar de mi experiencia en este ámbito. Mi tesis doctoral aborda los Modelos Educativos Alternativos para la Formación Artística, lo que me ha llevado a ser invitado como asesor en la creación de nuevos modelos educativos para universidades latinoamericanas, y ser ponente en congresos nacionales e internacionales de educación superior como lo avala mi currículo.
Además, he publicado numerosos artículos indexados sobre la importancia de los modelos educativos alternativos en la educación superior en artes, así como una decena de libros sobre el panorama cultural de la región. Actualmente, tengo en prensa un análisis crítico del arte en Baja California, obra seleccionada como Libro Universitario 2023, que verá la luz el próximo año.
A lo largo de mi trayectoria, he participado en un centenar de exposiciones individuales y colectivas, creado esculturas urbanas, y ofrecido cursos, talleres, conferencias y ponencias tanto en México como en el extranjero. Este compromiso con el ámbito artístico ha sido reconocido con el Mérito Académico Universitario otorgado por la UABC en 2008, y el nombramiento como Creador Emérito en 2020, concedido por las instancias culturales y el gobierno del estado de Baja California.
He dedicado 21 años de mi vida a la UABC, convencido de haber tomado el camino correcto y plenamente comprometido con la formación de mis alumnos. Las evaluaciones realizadas por ellos a lo largo de estos años reflejan esta responsabilidad. Durante este tiempo, he señalado las irregularidades de administraciones pasadas y he abogado por la renovación de los planes de estudio, buscando una formación que prepare a los estudiantes como individuos críticos y propositivos, con un perfil de egreso que los inserte en la realidad laboral. En lugar de perpetuar un sistema que engaña a los alumnos al formarlos para un mercado laboral inexistente, he defendido la necesidad de ofrecerles opciones educativas reales que los hagan competitivos en el ámbito internacional del arte. Esto implica emanciparlos de un mercado que los margina, folcloriza y explota. Mis artículos publicados están disponibles en Redalyc, Academia.edu y Scribd. Donde se fundamentan estas posturas.
A pesar de que estas declaraciones han sido enviadas al rector, a la Junta de Gobierno de la UABC, y a las autoridades y docentes de la FAT UABC, con el objetivo de ponerlas sobre la mesa para su discusión, hasta el momento no se ha tomado ninguna acción al respecto.
En días recientes, la respuesta de la dirección de la Facultad de Artes fue clara y contundente. El lunes 16 de diciembre, al acudir a realizar un examen extraordinario de uno de mis alumnos, el secretario de la dirección me entregó una hoja con mis nuevos horarios, solicitándome únicamente que los firmara. Debo admitir que fue una sorpresa: se me habían retirado cinco horas laborales equivalentes a dos materias, una de ellas, Arte Latinoamericano, que había impartido durante 19 años, y la otra, Historia del Arte Occidental, que había enseñado durante los últimos dos años. Esta última fue reemplazada por Crítica de Arte, una materia que también impartí durante mucho tiempo y que, según me informaron, se reemplazó por decisión de la directora interina, Carla García Cárdenas.
Acepté esta imposición porque, al fin y al cabo, Historia del Arte occidental es un campo que también conozco en profundidad. Sin embargo, el modo en que se llevó a cabo este cambio deja en evidencia una falta de diálogo y consideración hacia mi papel docente avalado en una experiencia y trayectoria recorridas con integridad.
Busqué una explicación respecto a la reducción de mis horas laborales, y la respuesta de la subdirección, a cargo de Myrna Aleyda Acuña —una persona formada en Relaciones Internacionales, cuyo protagonismo resulta soez y desmedido, y su actitud, prepotente—, fue simplemente que “son otros tiempos” y que no había alternativas; las cosas se harían de esa manera. Intenté obtener una respuesta más lógica y sensata por parte de la directora interina, pero sus explicaciones fueron vagas y se limitaron al pretexto de que mi categoría es de medio tiempo, dejando claro que no habría más que discutir.
Sin una respuesta a mis demandas anteriores por parte de las autoridades universitarias superiores y esta última excusa basada en sus percepciones, no en mi desempeño como docente el que ha sido evaluado constantemente, sin un reproche de un proceder impropio, ni un reclamo por mi falta de profesionalismo o conocimientos de los temas, acudí al Sindicato de Profesores al que estoy adscrito desde los primeros años como maestro, buscando una orientación e ingenuamente una protección a mis derechos laborales, donde fui atendido y escuchado amablemente por el coordinador delegacional el maestro Héctor Mejorado de la Torre.
No obstante, dos días después de haberse entrevistado con la directora de la facultad, su respuesta fue que me habían estado “favoreciendo” con cinco horas más a las correspondientes a mi categoría y que no había, por tanto, nada que hacer. Fue lamentable escuchar esto, pues, ni siquiera el órgano que nos representa sindicalmente, al que mantenemos con nuestras cuotas quincenales, no pueda comprender que los 12 años de trabajo, laborando con 25 horas no fue un acto de gratitud de la universidad, fui invitado por el director, ya desde ese entonces, el maestro Salvador León Guridi a laborar esas horas por mi experiencia en el campo creativo, por el currículo formativo que avala lo que soy, no por un favor. Esta equivocada percepción del representante sindical, además de errónea, deja clara su inclinación por proteger los intereses institucionales, no al de los maestros a quien se deben.
Hoy, estoy convencido de no ser el único profesor cuyos derechos laborales son vulnerados. Sin embargo, lamentablemente, fue hasta vivirlo en carne propia que comprendí la magnitud de esta intransigencia. Me doy cuenta de que actuar con dedicación y entrega no es suficiente para ganarse el respeto; que los años de trabajo, sin importar cuántos sean, se vuelven irrelevantes ante el capricho de un administrador que valora más la sumisión que la reflexión. Para ellos, lo único importante es mantener su puesto y congraciarse con quienes los designan, aspirando a perpetuarse en cargos desde la ignorancia, la falta de sensibilidad y la incompetencia.
Cierro este ciclo escolar y año de vida con tristeza por el desengaño, porque en el campo de reflexión y análisis que se supone es el espíritu de una universidad, imperan criterios que prefieren no saber de irregularidades y continuar hacia delante enarbolando un humanismo falso. Se minimizan los hechos y le da una patada en el rostro a uno de sus docentes que está casi al cierre de su vida, la que ha transcurrido entregada a su labor educativa y ha deseado todo el tiempo el cambio para bien de la institución y sus valores más preciados: sus alumnos.
Bajo la consigna del respeto a las normas establecidas, se aplica la venganza cuando alguien se atreve a señalar las irregularidades. Es penoso, injusto y abusivo que siga prevaleciendo la indiferencia, el oportunismo y el amiguismo, por encima de cualquier razón que busque una educación mejor.
Espero que estas palabras aclaratorias sirvan para crear conciencia de que realmente son otros tiempos, y que no es posible seguir replicando actos que han mantenido a la universidad secuestrada por intereses particulares y, sobre todo, sirva a la comunidad docente desprotegida, en especial a los maestros de asignatura, para exigir sus derechos y, en general, para demandar el mínimo respeto que merece nuestra dignidad.