Sunday, September 22, 2024



                                                    FACULTAD DE ARTES TIJUANA, UABC


Mirar el pasado para recomponernos

(Palabras para animarnos a replantear una nueva Facultad de Artes en la UABC)

Dr. Roberto Rosique[1]

 

Nada es más caro que una oportunidad perdida.

H. Jackson Brown, Jr.

Life's Little Instruction Book, 1991.

 

 

Las oportunidades que la vida brinda no son muchas, aun cuando se diga con bastante convicción que solo es una. En cualquier circunstancia, cuando se nos presenta la oportunidad de cambiar algo para mejorar, enmendar equívocos, hacer lo pertinente y aportar para el progreso de la comunidad, lo correcto es actuar con convicción, ética y responsabilidad. Sin embargo, a menudo mostramos indiferencia ante estas disyuntivas, ya sea porque no hemos conseguido anteponernos a las imposiciones que señalan, intimidan y sancionan o porque se prefiere la comodidad al desafío.

Este párrafo de clamores viene a colación por el momento coyuntural que estamos viviendo en la Facultad de Artes de Tijuana, y quisiera pensar que también de Ensenada y en menor medida Mexicali, al habernos descentralizado de la matriz mexicalense, que para sanidad de cada uno de los campus, es lo mejor que nos ha sucedido desde aquel 2003 cuando un puñado de artistas forjamos una Escuela de Artes que aspiraba a convertirse en un espacio creativo, en un lugar que proporcionaría a los dicentes oportunidades para mostrar al mundo el potencial que encierra el arte, más allá de su espíritu simbólico y emotivo contenido en la imagen o el objeto.

Y pese a que nos percatamos desde los primeros años de actividad de la escuela, del rezago de contenido y didácticas instruccionales, que no correspondían a la realidad global del arte, como tampoco a las acciones de una comunidad creativa tijuanense que estaban reemplazando los pinceles y lienzos por las instalaciones e intervenciones de espacio bajo la premisa del concepto, que con ello mostraron al mundo la otra cara de una frontera insumisa; futura meca cultural dijeron unos, laboratorio de la postmodernidad otros (1998)[2], y no eran declaraciones emitidas por cualquiera, provenían de miradas críticas atentas a lo contemporáneo, que vieron en ese puñado de creadores, autoinstruidos en la informalidad, lo que parecía depararle a la cultura regional.

En ese contexto efervescente nació nuestra escuela de arte y no supimos (todos los involucrados) entrever, ni imaginar qué era lo que realmente tendríamos que haber hecho.[3] Con una inusitada inocencia aceptamos por invitación del rector Alejandro Mungaray Lagarda (2002-2006), crear una Escuela de Arte bajo el cobijo universitario y en nuestra ignorancia creímos que replicar el viejo modelo expresionista de las artes plásticas [4] (ya para ese entonces anquilosado), era un buen comienzo. Estábamos ofuscados y entendimos que, así como nos formaron, debíamos igualmente instruir.

Durante la primera administración (2004-2007), nos percatamos del papel rezagado de los contenidos curriculares, ello motivó al replanteamiento de los planes de estudio; el diagnóstico develó el cumplimiento parcial de los perfiles esperados de egreso y hubo un intento por cambiarlos, pero no se tuvo la suficiente visión para erradicar la antigua idea de que ser artista era únicamente tener conocimiento de la historia occidental del arte y adiestrarse en el campo de lo plástico para cumplir con las exigencias de un mercado que, además, discrecionalmente premia o sanciona, y determina que es, o no, arte.

En el 2011, se pusieron en marchas los planes de estudio remozados, que habían tomado en consideración (aunque nunca se declaró) el modelo de Educación Artística Basado en Disciplinas (Rosique, Ibíd., 2016),[5] pero se había mantenido el mismo perfil de egreso para el alumno. Pronto advertimos que se repetía igual la experiencia con egresados que no encontraban acomodo en el campo laboral para el que fueron instruidos. 

¿Fuimos inocentes, necios o arrogantes?, fuimos eso y más, porque dejamos que el rumbo de la escuela, después de la primera administración lo asumieran quienes menos capacitados estaban para ello, ya que sus intereses se afincaban en el teatro y todo lo ajeno a esa área era para ellos inexistente, y no es que en verdad no les importara, fue que no entendían un ápice de las artes plástico-visuales, no tenían la capacidad para cambiar las cosas porque no sabían cómo hacerlo y eso no es punible; pero sí el hecho de cerrarse en su círculo y no permitir ni la participación de quienes siempre pugnamos por el cambio, como tampoco el asesoramiento de aquellos especialistas en el área; no se recurrió a quienes tenían la capacidad de orientar para mejorar el rumbo de la escuela, menos para convertirla en una escuela contemporánea de arte. [6]

Y si esto es de por sí ya una calamidad, lo peor estuvo en el desinterés por tomar en consideración los resultados que arrojaron los diagnósticos para justificar los cambios de planes de estudio (2003, 2011, 2023).[7] Fueron ignorados, manipulados y, a sabiendas de que los perfiles de egreso no se cumplían o lo hacían a medias, se reparcharon los contenidos y se continuó campechanamente, con el mismo perfil de egreso, un poco remozado con adornos y palabrerías.

Esto no es cualquier cosa, y aquí somos, inevitablemente, culpables todos quienes hemos estado en la Facultad de artes y quiero especificar en la Licenciatura de Artes Plásticas, la que a partir de la próxima nueva generación se denominará Licenciatura en Artes Visuales como un  paliativo al verdadero rezago de contenido y enfoque instruccional; sin que debamos olvidarnos, por supuesto, de las otras licenciaturas que merecen también en muchos aspectos una reconsideración, y esto, aunque es harina del mismo costal, deberán asumirlo (con todos sus derechos y sin el temor que los acosa) los compañeros quienes lo padecen y mejor conocen la situación.

Tuvieron que pasar 12 años para que la Dirección en Mexicali se preocupara por revisar los Planes de estudios que habían nacido discapacitados y convertidos en un pretexto para seguir enseñando arte desde la modernidad, para que los egresados se enfrentaran a una realidad posmoderna en la que les era y es, casi imposible sobrevivir con esas herramientas.

De esos años padecimos ocho de entera indiferencia de lo que sucedía en las artes plástico-visuales, porque para la cabeza institucional atareada por el teatro, lo demás no era importante, si acaso únicamente para incluir en la nómina a aquel que mostrara afinidad a sus conveniencias, y nadie, ninguno de los docentes interesados y con suficientes conocimientos sobre la realidad en las artes plástico-visuales, hicimos —en absoluto— nada para remediar el mal; mientras en los puestos administrativos se desempeñaba todo bajo observación y sigilo, jamás se consideraron importante las opiniones de otros que no fuera la de sus seguidores.

Algunos docentes aceptamos con imposición o dádiva dar tal o cual materia, otros tuvimos la oportunidad de escogerlas de acuerdo al gusto o al perfil, e hicimos como que instruíamos a una comunidad inocente, ávida de enseñanza, pero más de una justa orientación para el futuro que les esperaría en el arte.

Los cuatro años restantes (2019-2022) transitados en el mismo modelo académico, pero ya bajo la responsabilidad directiva de un maestro en Docencia, vimos incrementar la matrícula de alumnos, sin que se observara, más allá de lo declarado y escrito en el Plan de Desarrollo Institucional de la Facultad, un interés franco en la investigación, en la generación de prácticas académicas críticas e interés real por insertar al egresado en las problemáticas del contexto local ni global; egresándolos, eso sí, al mismo campo laboral que continuaba sin correspondencia con el perfil de salida para el que se le había instruido.

Con todo, en las nuevas elecciones para la Dirección institucional (2023) logró volver a quedar la misma administración en el puesto, no sin antes ser observado, por la Junta de Gobierno en turno, su desempeño que no fue del todo óptimo. Observaciones, de entre ellas, las que invitaban a cambiar los planes de estudio como algo ya impostergable, al igual que la descentralización de Mexicali de las otras sedes municipales.

Los nuevos planes de estudios (2023), que recién implementamos, nacieron también con problemas porque repiten muchos de los mismos esquemas de contenido que han construido el cuerpo curricular de la carrera; con algunos cambios de tópicos, permutas de asignaturas, la mayoría de ellas quizá les resultaron novedosas a los constructores del modelo, sin darse cuenta de que estas han sido exploradas desde el introito de la postmodernidad en otros países agotando sus posibles fortalezas creativas e innovadoras (Arte sonoro, Arte textil, etc.), poniendo poca o nula atención a las deficiencias ya señaladas: la investigación, la reflexión académica crítica y al compromiso social; pero, eso sí, manteniéndose en la promesa de un perfil de egreso diferente, que sigue siendo el mismo, solo aderezado, como decía párrafos arriba, por palabras que adornan, pero que son completamente ajenas a la realidad que ofrecen.

Descentralizarnos, expresaba en un principio, es una gran oportunidad que no debe desaprovecharse, ya que es el momento conveniente para corregir lo que tiempo atrás no se hizo, es aprovechar el momento para designar una administración que entienda el papel glocal que juega el arte en la actualidad; que reconozca que existen otras responsabilidades por encima de la formación como productores únicamente de insumos para un mercado selectivo; que hay otros modelos pedagógicos  afines a nuestra realidad que pueden servir de ejemplo para la construcción del nuestro.

Es un momento propicio, fundamental, para revisar el nuevo modelo establecido desde Mexicali, exigir la realización de un diagnóstico por profesionales confiables y competentes en su área, para conocer el estatus real de nuestros egresados, el grado de cumplimiento del perfil ofrecido, para estar al tanto de su efectiva inserción al campo laboral, y conocer con entera certeza la opinión de los contratistas, de los generadores de empleos, pero sobre todo atentos a la realidad social del contexto en donde el arte tiene mucho por hacer; sin olvidar un diagnóstico sobre el consenso universal del arte y así determinar el modelo epistemológico de escuela que conviene establecer para ofertar al dicente un programa congruente que garantice una inserción laboral segura, y con el interés, además, de convertirnos, como propone el Modelo Educativo de la UABC, en referente en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Estamos ante la oportunidad de cumplir nuestros anhelos (si es que los tenemos) de conformar una Facultad de Artes que instruya alumnos para el mañana que es hoy; que les brinde la oportunidad de ser realmente competitivos no solo con sus habilidades técnicas, sino con su reflexión crítica y capacidad creativa, la que seguramente los llevará a la construcción de rutas propias, donde pueda contribuir con sus ideas en la cimentación de una mejor sociedad, donde pueda con una estética diferente darle sentido y valor a las cosas, con las que seguramente se alcanzará el respeto y el reconocimiento como un constructor de obras y proyectos de alcances múltiples, y ello no descalifica a las artes plásticas a menos que esta permanezca bajo la consigna de priorizar su producción a las exigencias del mercado, en tanto desvaloriza las otras responsabilidades que el arte tiene en los campos reflexivos, educativos y sociales.

Por ello también, requerimos de una Dirección que a sabiendas de que debe compartir responsabilidades administrativas con Teatro, mantenga las puertas abiertas al diálogo con los integrantes de las dos licenciaturas y acepte con humildad las otras ideas; que no ignore el valor de la crítica que forma porque devela y construye, que valore al docente, a todos, y en particular al de asignatura que parece estar todo el tiempo bajo la consigna de, o te afilias o no hay materias, y le provea seguridad y oportunidades para su actualización, su crecimiento educativo y laboral.

Así como también el saber compartir las decisiones del porqué se designa a tal o cual personal a ese puesto administrativo, dando a conocer a la comunidad docente su perfil, su nivel de competencia, su injerencia en el campo creativo; lo mismo con la planta docente a contratar, anteponiendo la imparcialidad en todos los sentidos; es menester, por tanto, trabajar con el consenso que proporciona la reflexión académica, solo así será posible forjar esa nueva escuela que no tenemos, pero que seguramente anhelamos.

La tradición educativa que se ha propuesto nuestra Universidad destituir y cambiar por un modelo crítico y propositivo no se lograría jamás si se perpetúan los mismos sistemas de mercadeo de puestos administrativos, si se sigue recompensando por la amistad, no por la capacidad y el compromiso; si se continúa pensando en la jerarquía como el puesto omnipotente donde se hace todo lo que se les antoje. Para la Universidad la administración es un apoyo a la consolidación del modelo educativo, que debe ser eficiente, ágil, oportuna y trasparente al contribuir al desarrollo de la infraestructura académica y dé respuesta a las necesidades de formación de los principales actores del proceso educativo (UABC,2023). [8]

En un modelo educativo, humanista-constructivista, centrado en el alumno como el nuestro (ibíd., 2023:83), el papel de la jerarquía administrativa tiene el mismo grado de compromiso institucional al de cualquiera otro de sus integrantes no importa el rol que juegue, y es el de cumplir a cabalidad con la responsabilidad que le fue otorgada, y ello no provee poder ni inmunidad, tampoco puede permitir abusos; por el contrario, invita a ser neutral y conciliador con todos los integrantes de la comunidad para garantizar equidad y progreso. [9]

Si el compromiso como administradores o docentes se sustenta, tal lo plantea el rector Luis Enrique Palafox Maestre, en la autonomía y gobernanza; responsabilidad social universitaria, y equidad; declarar lo que hemos sido y somos es una manera de reconocer esfuerzos, pero también de enderezar el rumbo equivocado, y lo deja claro cuando expresa que “No somos una torre de marfil, somos una institución referente en la construcción de una sociedad más justa y equitativa, en un México que ha apostado por un cambio profundo y que hoy tiene la inigualable oportunidad de lograrlo” (UABC, 2023:10)[10], es realmente un desafío, ratifica el rector, que solo veremos fructificar convencidos y comprometidos en lo que a cada uno nos corresponde hacer.

Es un buen momento para mirar el pasado, ya no para reprocharle, menos para replicarlo, sino para imaginar lo que queremos mañana y comencemos a construirlo hoy.

Basta de trabajar con miedo, de no poder decir lo que piensas por temor a la censura o la exclusión, basta del abuso; pero también basta de la indiferencia por no querer aceptar que lo que hemos hecho, aun con la mejor intención del mundo, no ha estado del todo bien ofreciéndole al alumno herramientas oxidadas, ancladas en una única visión eurocentrada que ofrece el éxito si réplicas únicamente sus normas mercantiles.

Y como si esto fuera poco, ante el entendido que no hay en la región un mercado del arte establecido; ni escuelas suficientes para integrarlos en la enseñanza del arte o la educación artística; ni medios de comunicación virtuales o impresos que paguen sus contribuciones críticas o informativas sobre arte; que no hay disponibilidad de recursos para costear honorarios por la promotoría cultural, con estos ejemplos sería absurdo perpetuarnos en esta complicidad que jamás ha tenido sentido.

Nos hemos ido diluyendo en el conformismo y pese a que nuestra planta de alumnos se incrementa en cada ciclo, no ha sido por el éxito logrado por sus egresados, pues aun con los 20 años encima, los dedos de la mano sobran para señalar a aquel que ha logrado el reconocimiento nacional o en el extranjero y menos aún, que pueda demostrar un digno patrimonio económico como usufructo de su práctica artística, y esto, es una verdad dura e incómoda, que al no reconocerla o sin darnos cuenta de ello, también hemos ido desvalorizando nuestra escuela, a la que aun con tantos años en la enseñanza no hemos podido definirle un perfil epistemológico que la distinga.

Actuar en consecuencia no es tan sencillo y se entiende, conlleva una enorme carga de responsabilidad y temor, el miedo inaudito al castigo, el pensar que podemos perder lo que tanto trabajo nos costó sembrar, y es comprensible; sin embargo, es la razón más común por la cual nos mantenemos en la medianía, apenas perceptible en el traspatio regional, pues quien ha tomado la batuta no ha hecho nada para el cambio, salvo el de sus propios intereses.

Asumamos el reto y démonos la oportunidad de demostrar que no únicamente somos competentes en nuestras áreas de especialidad, sino que tenemos la capacidad de instruir con el compromiso ineludible de la ética, del espíritu colaborativo, de la crítica, bajo la consciencia clara de conformar mejores individuos capaces también de generar conocimiento, que es hacer arte, y ser mejores individuos comprometidos socialmente.

Si la relevancia de las instituciones de educación superior, como la nuestra, se fundamenta como lo plantea el rector en la introducción del Plan de Desarrollo Institucional 2023-2027,[11] en la responsabilidad de formar profesionistas que, además, de contribuir al desarrollo social, sean capaces de lograr su desarrollo personal; creo que no hemos estado haciendo las cosas como deben ser; es, por tanto, compromiso ineludible de todos nosotros corregirlo.

 

 

 

 

 

Semblanza Curricular:

Dr. Roberto Jiménez Rosique (Roberto Rosique)

Nace en Cárdenas, Tabasco, México, en 1956. Radica en Tijuana, B. C., desde 1986.

Formado profesionalmente en el campo multidisciplinar como Médico General, con Especialidad en Pediatría y Subespecialidad en Oftalmología Pediátrica, es a su vez artista plástico-visual, profesor, escritor y crítico de arte; obtiene el grado de Maestro en Docencia en la UABC con la tesis: El arte instalación en la instrucción de las artes desde un modelo constructivista; así como el grado de Doctor en Pedagogía Crítica con la tesis: La formación artística desde un Currículo Alternativo. Otras dimensiones para el compromiso social del arte.

Ha realizado desdec1970 exposiciones en el país y el extranjero, creador de esculturas urbanas para Tijuana (2004), Toluca, (2010), Tucumán, Argentina (2011), Brisbane Australia. (2013), entre otras entidades.

Autor de una decena de libros, ensayos  y artículos indexados sobre la cultura regional y la pedagogía critica. De entre sus libros se encuentran:

(2024). Entre réplicas, condescendencias y originalidad. El arte en Tijuana y su devenir. Seleccionado Libro Universitario UABC, 2023 / actualmente en revisión editorial y próximo a prensa.

(2019).  Salvador Magaña. En el juego de las formas, de la tradición a la síntesis. FORCA: CDMX

(2017).  Los 70. Un período fundamental en la plástica de Tijuana. Tirant Lo Blanch / UABC: México.

(2016).  De aquellos páramos sin cultura. Tres décadas de arte en Baja California; de lo retiniano a lo conceptual. Secretaria de Cultura, CECUT, ICBC: México.

(2010).  Del arte en terciopelo negro al arte instalación. Apuntes sobre las artes visuales en Tijuana, UABC/INBA: México, DF.

(2004). Hacedores de Imágenes (Plástica bajacaliforniana contemporánea), CECUT, ICBC, IMAC, UABC. México.

Es Maestro Fundador de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California (2003). Investigador en Artes y curador independiente y actualmente es el coordinador de la Trienal de Tijuana 2 Internacional Pictórica. Secretaría de Cultura / Cecut.

 



[1] MT. Técnico Académico Ordinario de Carrera, Titular; profesor de materias teóricas y talleres de la Facultad de Artes de Tijuana, UABC, doctor en Pedagogía crítica, artista plástico-visual, investigador, escritor y crítico de arte.

 

[2] García Canclini, Néstor (1989), Culturas Híbridas, Estrategias para entrar y salir de la Modernidad, México, D.F., Grijalbo.

[3]Pese a que la comunidad creativa tijuanense (emergente), nos ponía el ejemplo de cómo poder sobresalir en un universo contemporáneo complejo y selectivo, y no porque ello fuese exactamente el camino que nos llevaría al reconocimiento como escuela, ya que replicar ese modelo posmoderno tampoco garantizaba nada; sino que nos revelaba (y no supimos ver el hecho) no tener que copiar un modelo arcaico cuya meta seguía siendo lo plástico y su objetivo conquistar un mercado internacional que no dejaba de catalogarnos como nativistas y folclóricos, y sobrevivir en una comunidad sin un mercado para el mismo y escéptica, en todos los aspectos, respecto al arte.

 

[4] El Modelo Expresionista, cuya acción formativa estará centrada en el sujeto y la esencia de la práctica artística, consistirá en expresar y transmitir sus emociones, en ser resonancia de los estados de ánimo y los sentimientos. La función de la educación artística, por tanto, suplirá al objeto artístico por el sujeto creador; que destituye al aprendizaje y su relación con la cultura a favor de la libre expresión, de la espontaneidad original y creatividad. En otras palabras, un enfoque que fundamenta, su metodología en la libertad creativa ante la instrucción. (Rosique, 2016)

_ Rosique, Roberto (2016). “Formación artística universitaria, otras opciones”. Pensamiento, Palabra y Obra. Universidad Pedagógica de Colombia No. 15, enero-junio, 2016, pp. 52-63. Medellín, Co. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=614164964006

 

[5] En 1987, Gilbert Clark, Michael Day y Dwaine Greer, establecen el proyecto DBAE (Discipline Based Art Education), el que será implementado en, prácticamente, todos los campos formativos norteamericanos y del mundo; nuestra Escuela de artes lo haría también. Un modelo etiquetado de neoexpresionista, permeado aún por la tendencia pedagógica expresionista que pone énfasis en la producción; que retoma la concepción academicista del arte como saber y entiende a este, como fusión de diferentes ámbitos: la producción, la crítica, la historia y la estética.

 

[6] Cierto que hubo certificaciones (2009, 2023), por parte del Consejo para la Acreditación en la Educación Superior en Artes (CAESA), una Asociación Civil reconocida por el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior, A.C. (COPAES), como parte de los CIEES; sus acreditadores, profesionistas, formados bajo los modelos artísticos tradicionales, emplean su propia metodología para la evaluación y señalan si cumplen o no, con los indicadores de acreditación necesarias para ser reconocidos (por ellos) como programas con pertinencia social. Las recomendaciones emitidas serán cumplidas parcialmente.

Asociaciones que, a decir de Hugo Aboites (2003:31), reflejan una discrecionalidad marcada, pues estas funciones son parte de un proyecto gubernamental y pro empresarial que promueve una perspectiva unilateral de los problemas en el campo mexicano. Esta visión sesgada influye en la creación de normativas que sirven de referencia para evaluar los planes y programas de las carreras en el país.

_ Aboites. H., (2003). El lado oscuro de los CIEES: Una crítica a los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior. Rencuentro. Análisis de problemas Universitarios, (36), 30-40. ISSN:0188-168X. https://www.redalyc.org/pdf/340/34003604.pdf

 

[7] _ Puede consultarse en Propuesta de modificación de la Licenciatura en Artes Plásticas:

_ Perfil de egreso 2003-2010, pp. 44,45).

http://sriagral.uabc.mx/Secretaria_General/consejo/200305/artes.pdf

_ Perfil de egreso 2011- 2023(pp.69, 70)

http://sriagral.uabc.mx/Secretaria_General/consejo/201102/04.pdf

_ UABC (2018). Modelo Educativo. Cuadernos educativos de Desarrollo Instruccional (pp.33-35) http://web.uabc.mx/formacionbasica/documentos/ModeloEducativodelaUABC2018.pdf

_ Pueden compararse los mapas curriculares:

_ Mapa curricular 2003-2011, (p.48).

http://sriagral.uabc.mx/Secretaria_General/consejo/200305/artes.pdf

_ Mapa curricular 2011-2023, (p.76).

http://sriagral.uabc.mx/Secretaria_General/consejo/201102/04.pdf

 

[8] Modelo educativo, UABC, 2023. http://web.uabc.mx/formacionbasica/modeloedu.html

 

[9] El respeto es fundamental para el crecimiento conjunto; sin él, todo se estanca o se distorsiona. Cuando una visión autoritaria se impone desde una jerarquía que ignora las opiniones de los subordinados, las metas equitativas se vuelven inalcanzables.

 

[10] Plan de Desarrollo Institucional 2019-2023.  http://pedagogia.mxl.uabc.mx/transparencia/PDI/PDI_UABC_2019-2023.pdf

 


Sunday, September 08, 2024


Postales del confinamiento, una apuesta creativa de

Alejandro Meter vuelta memoria

Roberto Rosique

 

 

La ruptura con la cotidianidad deja huellas, las más profundas, lo sabemos, devienen del deceso de vidas inocentes. La experiencia vivida a partir de 2020 consecuencia de la pandemia del COVID-19, declarada por la OMS emergencia de salud pública de importancia internacional, toma por sorpresa a esta sociedad globalizada, interconectada, líquida (a decir de Bauman),[1] quedándose estática, estupefacta, viendo los estragos causados por ese organismo imperceptible y destructivo. La fragilidad humana, oculta por el poder político y económico, fue desnudada de un tajo.

Generó cambios en todos los ámbitos de la sociedad, al igual que en distintos aspectos de nuestra cotidianidad, tocamos fondo o casi lo hicimos, y cuando comenzamos a salir a flote en un aparente control del virus, e intentábamos retomar aquel andar cotidiano, fue fácil suponer que en esta época poscovid se abrirían nuevas oportunidades de cambios en una renovada escala de valores y actitudes; como una posibilidad para reinventarnos, buscando enmendar equívocos y redireccionar la vida.

No obstante, a un año de haberse decretado el fin de la emergencia sanitaria (5 de mayo, 2023), aquel optimismo vital, excesivo, devino en olvido e indiferencia para seguir actuando, sino igual, muy parecido al pasado (La persistencia de la guerra intestina Siria, la guerra de Azerbaiyán que llevó al éxodo en condiciones calamitosas a la población armenia; la invasión rusa al territorio ucraniano, la perversa masacre del pueblo palestino por el sionismo israelí con la anuencia de sus aliados hegemónicos, tradicionalmente invasores y colonialistas, son algunos ejemplos de ello).

Con todo, en esa prolongada cuarentena la necesidad creativa del ser humano se oponía al aturdimiento del encierro, de esa situación quedaron un sinfín de ejemplos; en este sentido, Alejandro Meter, como otros, encontraba una solución para paliar el acontecimiento y seguir creando a partir de las posibilidades que este ambiente restrictivo permitía. Postales del confinamiento, es en cierta forma, o así lo supongo, producto del empoderamiento, adaptación y superación, requerido para anteponerse a la calamidad.

Esta experiencia sobrada de incertidumbre, será convertida en un opúsculo de imágenes y declaraciones, editado en el 2023 por la Universidad de Guadalajara; inscrito, con entera precisión, como postales, aludiendo, por supuesto, a esa forma atemporal de comunicación que permite compartir experiencias, iconografías y emociones de manera visual y personal; en este caso, de ese particular tiempo referido.

La pandemia del COVID-19 y el consecuente encierro obligado, puso fin, refiere Alejandro Meter, a viajes, a encuentros fotográficos y literarios, obligando a postergar un proyecto de retratos de escritores, en ese entonces en proceso. La imposibilidad del traslado a otros lugares lo llevó a pensar, como recurso alternativo, en fotografiar desde su propio aislamiento a literatos localizados en distintos rincones del planeta[2], mostrando sus universos confinados; así, desde plataformas como el Zoom, registró con su cámara montada en un trípode, a cada uno de los elegidos cuyas imágenes proyectaba sobre fondos de distintos materiales y características, obteniendo, explica el autor, un abanico de diversas texturas, logrando, a través de este recurso técnico, representar la nueva realidad fragmentada, distorsionada, pixelada y fuera de foco que les tocó vivir. (Meter, 2023:3)[3]

Una historia, nada común, que toma forma bajo a amenaza a la vida y que, confinados por la pandemia —a decir de Mónica Lavín, (Ibíd., 2023:50)— secuestró la libertad. “Hasta la libertad de decidir encerrarse”, y que, visto desde ese ángulo, antepone pocas alternativas como el tener que resolver las cosas con los elementos disponibles en casa, ser interrumpido durante el acto creativo cuando menos lo esperas, o depender de lo acordado con quienes se está condenado a compartir el mismo encierro; aunque la libertad de navegar por Internet pueda verse como atenuante, todo esto frecuentemente desalienta intenciones.

A pesar de eso, todo acto creativo bajo estos escenarios condicionales puede ser transformador en la medida que el autor se lo proponga, este libro es muestra de ello; de ahí lo significativo de reconocerle que una de sus mayores aportaciones siga estando en la memoria que como hecho histórico representa.

Una obra compuesta en tres tiempos: el registro fotográfico, que es el testimonio que da pie a todo lo demás; los textos que develan la actividad creativa del que declara y algunas señales autobiográficas que lo acompañan, y la conjunción de todo esto que reflejan de manera precisa al contexto, que bien pueden constituir otra realidad.

Textos nacidos en el confinamiento, que narran brevemente experiencias existenciales, declarativos, heterogéneos; que describen anhelos y nostalgias al evocar momentos gratos, de extrañezas por el contacto físico y agradecimientos a la vida. Poemas lapidarios, resueltos en verso o prosa, que revelan estados de ánimo sobrados de recuerdos, y al igual que las otras narraciones, colmados de incertidumbre.

Del impacto que la pandemia y el encierro causaban en sus vidas, muy pocos textos pudieron deshacerse del entramado viral, y ante la muerte que determina todo, bastaban las noticias dantescas de la radio o la televisión para corroborarlo, declaraciones que llevaron a la aprensión y nos mantuvo al borde del pánico y la desesperanza; aun así, en las narrativas de este libro parece que en ese sentido se encasquillaron las ideas, la muerte es mirada de reojo, narrada sin tanta reticencia, tal vez por el acoso constante, de tanto tenerla encima o tan cerca, que dejó de ser sorpresa y por ello pretexto creativo.

Para otros, la sombra que se cernía sobre el cautiverio tenía cara y nombre y no era el miedo que infundía el saber que vas a perecer; era algo más perversamente democrático e innegable, que ignorábamos y que podría llevarnos al mismo desenlace.

 “Acaso lo abominable de la peste —declara Daniel Salinas— sea su vocación fantasmal, saberla presente, aunque no la veamos, como las parcas en las danzas macabras medievales. […] Lo peor de la peste —revela Daniel— no es su presencia, sino su intuición”. (p.72)

Sin la necesidad de razonar, se impone la indolencia, no hay misericordia, ni humanidad, y sin ello la esperanza pierde sentido, y esto es inexcusable.

Las palabras que acompañan a estas representaciones gráficas no son un rosario de salmos lastimeros, menos de arrepentimientos o reproches, son recordatorios de vida, de lo finito de la misma y caprichosa, que —a fin de cuenta— es lo que le da sentido a las cosas, como se la dio a este libro.

Olivia María Rubio (2007:14)[4] comenta que “ya durante el siglo XX la fotografía comenzó a plantearse sus límites entre el fehaciente documento de la realidad que era y las posibilidades subjetivas que abrían a ella la convivencia de direcciones opuestas en un lenguaje cuya característica principal es su ambigüedad. Falso-verdadero, original-copia, real-ficticio son algunos ejemplos de las dicotomías que brotan de la fotografía, cuya maleabilidad la ha hecho sensible y permeable a todo tipo de mutaciones de orden social, artístico o simplemente físico-químico”.

En ese sentido, la apuesta fotográfica de Rodolfo Meter puede enfocarse en ese espacio de transformaciones, en el cual la interdisciplina impulsa a las propuestas híbridas que hacen posible que los discursos gráficos y escritos transiten en el campo expandido del arte sin limitaciones, más que la que el creador se imponga.

Resultan registros directamente vinculados con la realidad del contexto, poseen su propia tipología y con el agregado de esas narrativas personales constituye nuevas subjetividades que dan pie a lecturas diversas; sin embargo, el retrato aquí parece haberle servido para enfocar una prueba de existencia, una forma de expresión esencialmente temporal con la que ha podido conciliar algo tan aparentemente contradictorio como es lo efímero y lo eterno. Lo fugaz de la existencia y lo perenne del óbito determinado por la pandemia.

Creo que otro sentido de los retratos de Meter, algunos bastante difusos, con cierto halo de misterio, que evocan rasgos de alguien, no es la de mostrar un ser humano único, como expone Marta Canals (1996:5),[5] —y que encuentro concordante a esta apuesta estética— sino reafirmar una personalidad definida culturalmente, y es, por tanto, la fuerza de la imagen la que tiende a considerar como realidad lo que no es más que una apariencia.

Con los recursos que utiliza Alejandro Meter, tales como la sobre exposición, la ausencia de nitidez, el desenfoque de las imágenes y el agregado de texturas; técnicamente reinterpreta, recrea, transforma la realidad, en esa otra realidad fragmentada, distorsionada que nos tocó vivir, como lo menciona en su relato explicativo. En ese contexto, “Este proyecto —reconoce Laura Escobedo— tiene la lucidez de documentar un tiempo de extrañamiento sin explicación. La imagen desnuda, pixelada como el registro de la atmósfera sin forzar sentidos para los que no hay distancia todavía. Las interpretaciones aparecen fragmentadas, incompletas, veladas también”. (p.24).  

Estas correlaciones con lo indefinido de la imagen, su interpretación igualmente poco clara y la incertidumbre, resultan medulares en esta obra ante la falta de certeza, de conocimiento seguro respecto al devenir social y existencial de esos tiempos.

En esos momentos de volatilidad y desafíos complejos, la incertidumbre resultó fundamental para ponernos alerta, porque esta es absolutamente crítica para el pensamiento, para la creatividad, incluso para el bienestar mental y la resiliencia.

A pesar de que nos sentimos incómodos y frágiles con ella, porque impide aparentemente estabilizarnos, la incertidumbre nos desafía, nos provoca, nos impulsa a especular en algo que no necesariamente debería ser negativo.

La declaración, concluyente, de Roland Rugero, “Vivo con la incertidumbre como mi mayor certeza” (p.68), no solo confirma el hecho, sino que ayuda a encontrar, en esa incertidumbre, el reto para reabrir caminos, para imaginarnos un mejor porvenir. Puede ser.

El autor aprovecha las posibilidades técnicas y comunicativas de la imagen (que, además, interviene y proyecta sobre fondos de diversas texturas) para sugerir en relación al contexto, sin que haya una búsqueda directa de la identidad del fotografiado, ya que esa tarea es sustituida con las declaraciones emitidas por cada uno de ellos y colocadas (casi) a pie de foto, en las que relatan sus inquietudes, gustos, temores y reconvenciones, dando forma a una construcción autobiográfica.

Estos retratos de Alejandro Meter, parecieran no ser una reserva de memorias personales, sino una manera de representar la vida diaria, con toda la carga de elementos (aparentemente) intrascendentes, en ocasiones con una dosis de banalidad, en donde la insignificancia, como suelen decir los japoneses Okabe e Ito (2003), [6] en situaciones como estas, es elevada a objeto fotográfico.

Y es aquí donde encuentro otra característica de estas imágenes compuestas, en las que es posible descubrir que hay una verdad más profunda y fascinante tras aquello en apariencia sin trascendencia; lo que nos recuerda que todo tiene su propia historia.

Aquí, de acuerdo a lo anteriormente señalado, cabe detenerse en esos poco evidentes detalles que el autor adosa a los retratos, que terminan siendo historias agregadas, las que, mediante superficies ajenas a la toma inicial, como esas líneas que a manera de fracturas escinden la escena, o la malla de lunares negros; el plástico trasparente que se antepone a la imagen; el cristal nítido y reflejante; el vidrio esmerilado; la sobre exposición de imágenes; la silueta a contraluz; el desenfoque; el filtro rojo, el estampado, la tela ajada; las gotas de rocío sobre el cristal; el espejo que se confabula con el espejismo; imágenes pixeladas y otras más con efectos entremezclados ofreciendo una y más historias enriquecidas de otras.

Un trabajo de múltiples facetas que anima a establecer debates sobre lo público y lo privado, entre la insurgencia pandémica global y la intimidad del retratado; entre la realidad de uno y la veracidad de otro, la captura del instante de Cartier-Bresson y la verdad contravenida de Roland Barthes; es una obra bisagra, que con el cruce de disciplinas alienta a transformar nuestra manera de concebir las realidades tan cambiantes e inciertas en que nos desenvolvemos.

¡Qué hay detrás de este ejercicio? me cuestionaba, en donde las imágenes desdibujadas se encuentran en concordancia, no solo con aquella realidad en la que el devenir no era muy claro, sino también en el escritor cuyo reconocimiento se desvanece igualmente, tanto por la indefinición fotográfica, como por su universo literario reducido a unos cuantos párrafos con los que no es posible determinar la grandeza alcanzada, y jamás, —me atrevo a aseverar— que, la intención de Alejandro Meter fue minimizar esa valía; es, así lo veo, una consecuencia más de este ejercicio, un tanto lúdico, que logra llevar a ese otro extremo la posibilidad de significar algo distinto a lo convenido.

En el arte este recurso, no del todo aceptado, posee su propio valor ya que abre opciones e invita a leer o mirar las cosas desde otras dimensiones, a interpelarnos sobre lo convenido; esta ruta no concertada es la que favorece la exégesis que es indispensable en todo discurso planteado, y lo es en la medida de ser siempre una posibilidad más, no otra regla por establecerse.

Por último, diría que es difícil no estar de acuerdo con Susan Sontag (2005), [7] cuando declara que la fotografía tiene poderes que ningún otro sistema de imágenes ha alcanzado nunca, ya que, al contrario de los anteriores, no depende de un creador de imágenes; aunque el fotógrafo intervenga cuidadosamente en la preparación y guía del proceso de producción de ellas.

No obstante, el protagonismo de las obras de Alejandro Meter, que comparte entre las iconografías que tienden a considerar como realidad lo que no es más que una apariencia, en las que se reconocen las declaraciones de Sontag; el agregado de los textos concisos de esencia biográfica capaces de confluir hacia interpretaciones de discursos múltiples, es con los que conforma el corpus de un ejercicio híbrido con el cual se permitió interpretar al mundo en ese particular momento y amplió el espectro del poder de la imagen dejando, a la vez, una memoria siempre indispensable.

Eso es lo que deseamos de todo ejercicio creativo, explayarse en su propia libertad, y bien podríamos comenzar a hacerlo caminando de la mano del diablo —aludiendo a Gerardo Mosquera,[8]— para reemplazar las rutas esencialistas heredadas e imaginar nuevos rumbos; soltándose lo antes posible de ese asidero, para elaborar el itinerario propio que le dé sentido a lo que a uno convenga y no a lo que el otro considera apropiado e imponga.

 

Dr. Roberto Rosique

Nace en Cárdenas, Tabasco, México, en 1956. Radica en Tijuana, B. C., desde 1986.

Formado profesionalmente en el campo multidisciplinar como Médico General, con Especialidad en Pediatría y Subespecialidad en Oftalmología Pediátrica, es a su vez Licenciado en Artes Plásticas, y obtiene el grado de Maestro en Docencia con la tesis: El arte instalación en la instrucción de las artes desde un modelo constructivista; así como el grado de Doctor en Pedagogía Crítica con la tesis: La formación artística desde un Currículo Alternativo. Otras dimensiones para el compromiso social del arte. Ha realizado exposiciones en el país y el extranjero, creador de esculturas urbanas para Tijuana (2004), Toluca, (2010), Tucumán, Argentina (2011), Brisbane Australia. (2013), entre otras

Autor de una decena de libros y artículos indexados sobre la cultura regional, de entre ellos se encuentran:

2019). Salvador Magaña, En el juego de las formas, de la tradición a la síntesis, FORCA: CDMX

(2017). Los 70. Un período fundamental en la plástica de Tijuana. Tirant Lo Blanch / UABC: México.

(2016). De aquellos paramos sin cultura. Tres décadas de arte en Baja California; de lo retiniano a lo conceptual. Secretaria de Cultura,

CECUT, ICBC: México.

(2010). Del arte en terciopelo negro al arte instalación. Apuntes sobre las artes visuales en Tijuana, UABC/INBA: México, DF.

(2004). Hacedores de Imágenes (Plástica bajacaliforniana contemporánea), CECUT, ICBC, IMAC, UABC: México.

Es Maestro Fundador de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California (2003). Investigador en Artes y curador independiente y Actualmente es el coordinador de la Trienal de Tijuana 2 Internacional Pictórica.



[1] Bauman, Zygmunt (2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, México.

[2] Más de 90 escritores se sumaron al llamado e invitación de Alejandro para ser fotografiados en su refugio.

[3] Meter, Alejandro (2023). Postales del confinamiento, Editorial Universidad de Guadalajara, México

 

[4] Rubio, Oliva (2007). Momentos estelares. Las fotografías del siglo XX. Madrid: Círculo de Bellas Artes.

[5] Canals, M (1996). Retratos. Fotografías españolas 1849-1995. Barcelona Fundación Caixa de Cataluña

[6] Okabe, D. e Ito, M. (2003). Camera phones changing the definition of pictureworthy. Japan Media Review, 29.

[7] Sontag, Susan (2005). Sobre la Fotografía, Editorial Alfaguara S.A., Bogotá.

[8] Mosquera, Gerardo (2010). Caminar con el diablo. Textos sobre arte, internacionalismo y cultura. Editorial Cataclismo, Bogotá.